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1 oct 2021

No soy de aquí ni soy de allá

Texto de  Ernesto Pino

   Esta es una confesión del cantautor Facundo Cabral en su libro “Paraíso a la deriva”: “Me acuerdo de que tenia once años cuando decidí irme de mi casa; mi madre me acompañó a la estación de trenes, donde me dijo desde el andén a la ventanilla por donde me despedía de ella: este es el segundo y último regalo que te puedo hacer; el primero fue la vida, el segundo es este; es decir, la libertad para vivirla (tengo la alegría de no haberla defraudado porque, mal o bien, siempre fui libre, libertad por la que pagué caro pero que, de una y de todas maneras, valía la pena). Por esa libertad me aman los que me aman y me odian los que me odian. Mi orgullo es que ni el vino ni los años han podido impedirme regresar solo a casa”.

   Facundo Cabral, es posiblemente uno de los cantautores de la música popular más auténticos del mundo artístico. En sus conciertos, tomaba la palabra y la guitarra y después de muchas canciones, el auditorio prefería que siguiera recitando frases y construyendo un discurso, un sermón o una homilía sobre las cosas más triviales o importantes de la vida. Así, rasgaba 20 segundos la guitarra y nos embrujaba durante 5 minutos con palabras certeras que iban directo al corazón. Cabral, canta conversando y también conversa cantando. Realmente Cabral era una especie de monje loco, rebelde, libertino, divertido, inteligente y lleno de mensajes de luz, que se movían entre Borges, Atahualpa Yupanqui, Gandhi, Krishnamurti, Walt Whitman, Henry Miller, la Madre Teresa de Calcuta y el gran Jesús, el mismo carpintero nacido en Galilea.

   Cabral es de aquellos personajes increíbles de nuestra historia latina, que sobrevivió a las dificultades desde antes de empezar a vivir: “Un día antes de que yo naciera mi padre se fue de casa. Vivíamos, mi madre y mis hermanos, en la casa de mi abuelo que era coronel. Todos los Cabral han sido militares y cuando mi padre se fue, mi abuelo echó a mi madre de su casa. Así́ que nací́ en la calle, en la vereda, un 22 de mayo. Yo estoy marcado por la calle. Y mi madre, por culpa de mi padre, se enojó con toda la humanidad y dijo: “No quiero ver más seres humanos”. En su forzado desahucio, la familia inicio un éxodo que los llevó a las tierras lejanas de la Patagonia en una travesía tan trágica que cuatro de sus hermanos murieron de hambre y de frío. (Preludio: Entrevista a Facundo Cabral. Leonardo Padrón).

   En medio de tanta pobreza y desamparo, a Sara su madre, alguien le dijo que había un Presidente que daba trabajo. Facundo, un niño de tan solo 9 años, se lo tomó en serio y se fue en búsqueda del Presidente. Viajó con los recursos de un polizonte hasta Buenos Aires y un vendedor de verduras, asombrado por el deseo del chiquillo, le sugirió ir a la ciudad de La Plata (irónicamente donde había nacido Facundo). Se acomodó en las escalinatas de la catedral y esperó el nuevo día, hasta que llegó la comitiva presidencial. Sorteó el corrillo inmenso de la multitud y la vigilancia policial; y ligero de pies saltó al estribo del carro descapotado: lo atendió solícito un militar vestido espléndidamente, sentado junto a una bella mujer. Eran el General Perón y su esposa Evita Duarte. El chico le preguntó, ¿“hay trabajo?; y Evita sorprendida, expresó: “por fin alguien que pide trabajo y no limosna”. Ella se encargaría de su próximo destino: lo atendieron, lo protegieron y al siguiente día, un avión oficial iría por la abandonada familia Cabral, a Ushuaia, en la Patagonia. Sara, la mamá creía que su hijo había desaparecido, después de cuatro meses de ausencia. La primera dama, le había enviado una misiva que decía: “Seria de mi agrado que la señora de Cabral y sus hijos no tengan ningún problema. Afectuosamente, María Eva Duarte de Perón”. Les dieron trabajo como aseadores y vigilantes de una escuela en la ciudad de Tandil. Ese gesto de Evita, que era simplemente la supervivencia de su familia, Facundo Cabral nunca lo olvidaría y lo recordaría con esta frase: “Eva Perón fue la primera cosa bella que vi en mi vida. Fue la argentina mas amada y respetada en el mundo”. También recordaría, que el sitio donde había confrontado a Perón, quedaba a dos cuadras de donde había nacido y que era la primera vez en su corta vida que se había sentido respetado y haciendo parte de la sociedad. (Ver Historia de un pibe y una piba, YouTube y Preludio: Entrevista a Facundo Cabral. Leonardo Padrón).

    A sus 14 años, Facundo, ya tenia una vida desordenada y con claros síntomas de alcoholismo. Por un robo menor fue retenido en una casa de menores y allí conoció a su segundo salvador. Se trataba de un jesuita llamado Simón, quien le enseñó a leer y a escribir y en solo tres años de cautiverio, le suplió los 12 años de la educación básica formal en cualquier colegio de la Argentina. Cabral lo recuerda así: “siempre Dios estuvo al lado mío. Me metió́ en la prisión para que dejara de ser un ignorante”. El joven Cabral se leyó lo mas representativo de la literatura universal, especialmente los textos específicos del siglo de oro español, como Quevedo, Góngora, Cervantes, Calderón de la Barca…

Pero a Cabral le faltaba la luz de la música.

   Dos hechos se acomodaron a su actitud frente a la vida. Primero, el de conocer profundamente el texto religioso llamado “El sermón de la montaña”, una prédica del evangelio de Mateo, que dignifica a los pobres y a los vagabundos como él, y resalta la inocuidad de la codicia material y la hipocresía de los que pecan y rezan al mismo tiempo. Cabral en su discurso se apropio de las bienaventuranzas y de los mensajes de Jesús, como las reglas de oro de la supervivencia de la sociedad humana. Segundo, su mismo oficio de vagabundo le permitió conocer a los juglares de su tierra, que cantaban coplas y milongas en cualquier descanso de las labores del campo y que lo empujaron al aprendizaje de la guitarra. Se convenció totalmente de ser cantor cuando conoció al trovador Pedro Mendizabal, aquel que decía “Cuando el hombre tiene una razón para despertar; levantarse se hace más fácil” y a quien Facundo le escribiría una canción: Yo soy Pedro Mendizábal, pa' lo que guste mandar/de lo que ve por acá, casi todo lo hice yo/desde la mesa del peón al techo del capataz…. Aprendí lo suficiente pa' tener lo necesario/el pan, el vino, el amor y la milonga que canto… En el final de mi vida, tengo la cuenta muy clara/ para los otros hice todo, pero para mí no hice nada

   En diciembre de 1959 llegó a la ciudad de Mar de Plata, en busca de trabajo. Con una tenaz insistencia, logró ingresar a las presentaciones decembrinas del Hotel Hermitage y justo el 31, el ultimo día del año y ante la ausencia de un músico, le dieron la oportunidad de subir al escenario. Actuó, como Sara su madre alguna vez le recomendó, “cuando no sepas qué decir, decí ‘no sé qué decir’. Así lo hizo, subió al escenario y dijo: No sé qué hago acá, yo entré a pedir trabajo, me dieron un cuarto, comí como un animal, no hablé por teléfono porque no tengo a quién llamar.... La gente se reía, pensaba que yo era un comediante. Vi que había respuesta, igual que con los campesinos, y empecé a contar historias. Ahí comenzó mi carrera de artista”. (Ver Una historia increíble: la vida de facundo Cabral. Entrevista Juan Carlos Kreimer. Octubre 18 de 2012)

   Con su nuevo rol de artista, se convirtió en el Indio Gasparino, un músico que grababa canciones similares a la que se escuchaba en esa época. Muchos decían que era una especie de pre-rock, con ritmos juveniles, de baile y en sintonía con la balada italiana que estaba de moda. Aunque estas canciones no tuvieron mayor éxito (“Ana María Peñaloza”, “Volveré... volveré”), si le permitieron lograr una posición de artista en la televisión argentina conjuntamente con cantantes como Palito Ortega o Johnny Tedesco. A la gente le gustaba su irreverencia y sus apuntes inteligentes y fue de alguna manera un precursor de la música protesta con canciones como “Vuele bajo” o “Dale dale Federico”, una suerte de rap previo al rap donde ya aludía a la alienación de la vida laboral moderna (Dale dale Federico/que ya son las seis y pico/el despertador maldito/me recuerda con su grito/que hay que ir a trabajar/voy a ver que dice el diario/hay mas desocupación/hay mas guerra y una foto de 100 niños muertos de hambre/Bonavena con calambre/Mussolini pide aumento/mi mujer sigue durmiendo/dale dale Federico/que ya son las menos cinco….). El comienzo de cantor fue muy duro y así lo confesaría cuando manifestó que en Buenos Aires, un sábado en la calle Corrientes, cantó en un teatro para una sola persona.

   Pero su estilo inconfundible y su mayor éxito llegaría con una canción inesperada: “No soy de aquí ni soy de allá”.

   En 1970, Facundo y el cantautor y folclorista argentino Jorge Cafrune (el mismo de “Zamba de mi esperanza”), se encontraron en la ciudad de Punta del Este, Uruguay. El encuentro se convirtió en una excedida celebración y mas tarde y casi ebrios, se fueron a un boliche (un bar) a seguir la farra y a cantar. Actuaba Cabral y en un momento interpeló a Cafrune que estaba en medio del publico: ““¡Oye! ahora que te veo con esa facha, con la barba, me acuerdo de Abraham y de la orden que recibió́: “Abandona tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te indicaré. Haré de ti una gran nación. Te bendeciré́ y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. El señor dijo a Abraham: “No soy de aquí́”, y ya, ¡apareció́ la canción!”. Al otro día no recordaba con claridad qué había pasado la noche anterior y solo un pequeño zumbido melódico le sonaba al oído. Con suerte, el conocido periodista argentino, Jacobo Timerman lo invitó a almorzar a su casa y al final del mismo le entregó un regalo: un paquete pequeño con un moño rojo. Era un cassette donde habían grabado el concierto de la noche anterior y pudo escuchar esa canción improvisada “No soy de aquí ni soy de allá”, la misma que tiene mas de setecientas versiones y que ha sido grabada en mas de veintisiete idiomas. (Ver “Facundo Cabral. Crónica de sus últimos días”. Gabriela Llanos).

 

Nota: Cafrune, “el turco”, el de larga barba y vestido a la usanza de los pamperos, hermano del alma de Cabral, murió en 1978 en un extraño accidente de transito: fue arrollado por una camioneta, cuando queriendo hacerle un homenaje a José de San Martín, hacia una travesía a caballo desde Plaza de Mayo hasta Yapeyú, lugar de nacimiento del Libertador. Hay una leyenda con testimonios que dice, que no fue un accidente, sino un asesinato premeditado de la dictadura militar en represalia al acto rebelde de Cafrune, cuando a solicitud de la gente, en el Festival de Cosquín, cantó una canción prohibida por el régimen: “Zamba de mi esperanza”.

    Para Facundo Cabral, otro hecho dramático, le señalaría definitivamente su canto de juglar en forma de un misticismo irreverente. El 12 de junio de 1978, casualmente el mismo día que empezaba el mundial de fútbol en Argentina, en un accidente de aviación perdió a su esposa Bárbara y a su hija: “En una ocasión que fui a cantar a la Universidad de Harvard, ella me estaba esperando en Los Ángeles con la niña. Yo debía encontrarme con ella para seguir a Chicago pero mi vuelo se atrasó dos horas y perdí́ el avión. Ellas sí subieron y murieron. Ella de 23 y la niña de un año”. Buscando paz y sosiego, Facundo visitó a la Madre Teresa de Calcuta. Ella le dijo una frase extraordinaria: “Mi amor ¿sabes qué es lo único que te puede matar? El amor que te está sobrando ¿dónde lo vas a poner? Ponélo en algún lugar o te va a aplastar. Vení conmigo”. Y empezamos a trabajar, a sacar de la basura, allá́ en Calcuta, a esos niños que sus familias tiran allí́ para que mueran quemados; comenzamos a salvar niñas y a criarlas, a bañar leprosos. De allí́ me iba al Lincoln Center a cantar y volvía corriendo. Me salvó, hizo gloriosa la segunda etapa de mi vida”. (Ver Preludio: Entrevista a Facundo Cabral. Leonardo Padrón).

    Y así, camuflado de cantor y de profeta, Cabral recorrió mas de 160 países del planeta, conversando y cantando sus salmos, sus letanías, sus verdades, sus moralejas; con un profundo sentido humano, con amor, con aguda ironía, recordando las frases celebres de los grandes literatos y humanistas del mundo. Los conciertos de Facundo, en realidad no eran para cantar sus canciones, sino para escuchar relatos inteligentes y emocionados de su vida, que es la vida de mucha gente en la tierra. Un ejemplo veraz, de ese estilo de profesor de filosofía y de literatura, son estos párrafos de su álbum “Ferrocabral”:

   “Enciendan el fuego que comenzó la fiesta, traigan el vino y los tambores, desaten a la alegría liberen a la pasión, canten y bailen con furia quijotesca con la misma convicción del Bautista o de Moisés, hagan las cosas por amor porque aquel que trabaja en lo que no ama, aunque lo haga toda la vida es un desocupado, hagan el amor a las mujeres en los ómnibus y en las plazas, a las buenas y a las malas, por las buenas y por las malas, y en solo nueve meses nacerán hijos locos, benditamente locos y por locos tan libres y por libres tan bellos que harán un paraíso de este maldito infierno donde las banderas se pudren patrioticamente y las madres alimentan sus hijos para la guerra.”

   “Alguna vez nos presentaron a una Condesa por ahí, aquel dilecto amigo que fue Jorge Cafrune y a mi, el Turco la miraba a la Condesa, la Condesa lo miraba al Turco, estaban asombrados el uno como el otro, que será eso? El señor que nos la presentó dijo: Es una gran mujer, acaba de donar un terreno de su familia para que el Municipio de Sevilla haga un parque público, y el Turco le preguntó sin dejar de mirarla: ¿Donó o devolvió?”

   “Soy repetidor de Whitman, me canto y me celebro me celebro y me cantó y si me canto y me celebro te celebro y te canto, porque cada átomo que me pertenece te pertenece, porque cada átomo que te pertenece me pertenece, porque tú y yo somos la misma cosa decía el viejo Withman.”

    Facundo Cabral, repite su discurso en otros trabajos musicales como “Cabralgando”, “Entre Dios y el diablo”, “No estas deprimido, estas distraído” (audiolibro), y sus exitosos conciertos en vivo con el gran cantautor Alberto Cortez, “Lo Cortez no quita lo Cabral”, “Cortezías y Cabralidades”. Se resalta también, su canción preferida “Este es un nuevo día”: Este es un nuevo día/para empezar de nuevo/para buscar al ángel/que nos crece los sueños/para cantar, para reír/para volver a ser feliz/para cantar, para reír/para volver a ser feliz

    El 9 de julio de 2011, Facundo Cabral murió asesinado, víctima de una bala y de la trampa que le tendió el destino.

   A pesar de las dolencias naturales de sus 74 años de vida, ceguera parcial y los avatares rutinarios de un cáncer de próstata, Cabral decidió aún renuente, hacer una serie de conciertos en Nicaragua y en Guatemala; aceptando la invitación de su amigo, el productor musical, Percy Llanos. Días antes al hotel en Ciudad de Guatemala, le había llegado a Cabral un paquete-regalo de la obra completa del poeta Nicaragüense Rubén Darío, con una nota que decía: “Que la disfrutes”, y firmada por su amigo y productor musical Henry Fariñas. El 5 de julio se presentó en el Centro de Convenciones del Hotel Grand Tikal Futura, cantó con gusto nostálgico la canción “Vuele bajo”, una de sus primeras y que había escrito para sí y que en los últimos años le ayudaba a conciliar el sueño: No crezca mi niño/no crezca jamás/los grandes al mundo /le hacen mucho mal /el hombre ambiciona/cada día más /y pierde el camino /por querer volar. /Vuele bajo /porque abajo /está la verdad…. Al final cantó la ranchera “Cielito lindo” y por supuesto “No soy de aquí ni soy de allá”, coreada por el público. Terminó con esta reflexión: “Ya les di las gracias a ustedes. Mañana las daré́ en Quetzaltenango y después que sea lo que Dios quiera; porque él siempre sabe lo que hace”. En Quetzaltenango, la segunda ciudad de Guatemala, Facundo Cabral ofrecería el tercer y último concierto de la gira. También su última canción fue la misma, que el público cantaría a coro y repitiendo varias veces el estribillo “No soy de aquí ni soy de allá”; un público emocionado y con lágrimas en los ojos. El 8 de julio y de regreso de Quetzaltenango, Percy Llanos, se enteró que Adrián el chofer del productor musical de la gira no los podría llevar al aeropuerto para su viaje de regreso. Casualmente, al hotel se apareció Henry Fariñas, amigo y productor musical nicaragüense, quien se ofreció a llevarlos, sabiendo que tenía que madrugar y salir del hotel a las 5 de la mañana para el vuelo a Panamá de las 7 A.M.

   Percy Llanos, recordaría, que en la gira por Guatemala, en una conversación casual, recordando a Piazzola, le preguntó a Facundo si se acordaba de su tango “Balada para mi muerte”. Así lo tararearon: Moriré en Buenos Aires, será de madrugada/guardaré mansamente las cosas de vivir/mi pequeña poesía de adioses y de balas/mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín (¡)/ me pondré por los hombros de abrigo, toda el alba/mi penúltimo whisky quedará sin beber/llegará tangamente mi muerte enamorada/yo estaré muerto en punto, cuando sean las seis…”

   9 de Julio de 2011. Seis de la mañana. Facundo Cabral es asesinado en la Avenida Liberación de la ciudad de Guatemala. Fariñas, muy cumplido los recoge a tiempo para llevarlos al aeropuerto La Aurora en compañía en otro carro, el de sus guardaespaldas, donde viajaba también el sonidista de Cabral, Chacho Savasta. Salen tranquilos, pero más adelante en plena carretera, un tiroteo sicarial, acaba con la vida de Cabral y deja heridos a sus acompañantes. (Ver “Facundo Cabral. Crónica de sus últimos días”. Gabriela Llanos).

   Cosas raras de la vida. El 9 de julio, Día de la Independencia Argentina, el mismo día en que había nacido la cantante Mercedes Sosa, la gran amiga de Facundo Cabral y quien también había muerto a los 74 años. ¿Qué pensaría Piazzola, si estuviera vivo ese día 9 de julio de 2011? Cabral fue repatriado a su país, el día 11 de julio, el mismo día en que reiniciaría su tratamiento de quimioterapia para atacar el cáncer de su cuerpo.  Facundo Cabral, murió por un lamentable y trágico error: la hipótesis más fuerte de las investigaciones criminales, apunta a un atentado en contra de Henry Fariñas, promotor musical, aparentemente implicado en asuntos de lavado de dólares y narcotráfico y ordenado por el cártel de Sinaloa. Facundo fue alcanzado por una bala en el puesto de copiloto; Fariñas, herido, sobrevivió y Percy Llanos salió ileso.

   Para concluir, nos queda este mensaje que construyó Facundo Cabral en un salmo llamado “Ama hasta convertirte en lo amado” y que posiblemente presagiaba su final:Ama hasta convertirte en lo amado, más aún hasta convertirte en el mismísimo amor. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas, el bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso, una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruya hay millones de caricias que alimenta a la vida”.

PD: Activa el link de arriba y canta la versión original de Facundo Cabral.

No soy de aquí ni soy de allá

Cantautor: Facundo Cabral

Me gusta el sol, Alicia y las palomas

el buen cigarro y la guitarra española

saltar paredes y abrir las ventanas

y cuando llora una mujer.

 

Me gusta el vino tanto como las flores

y los conejos, pero no los tractores

el pan casero y la voz de Dolores

y el mar mojándome los pies.

 

No soy de aquí, ni soy de allá

no tengo edad, ni porvenir

y ser feliz es mi color de identidad

 

Me gusta estar tirado siempre en la arena

o en bicicleta perseguir a Manuela

o todo el tiempo para ver las estrellas

con la María en el trigal.


No soy de aquí, ni soy de allá

no tengo edad, ni porvenir

y ser feliz es mi color de identidad

 

Laralalalalala.. Laralalalalala..