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16 dic 2023

Sandro


Texto de Ernesto Pino

En la competencia por conquistar el público latino de la balada se enfrentaron 3 grandes cantantes argentinos: Palito Ortega, Leonardo Favio y Sandro. Todos ellos despertaron el entusiasmo juvenil de los años 70 del siglo 20. Pero solo uno logró el frenesí de los jóvenes. Era una versión en español de Elvis Presley. Era Sandro.

La década de los 70 del siglo XX, fue una época muy convulsionada, llena de matices oscuros y claros, pero con una trascendencia significativa en la vida del planeta, que se había replanteado todo después de la segunda guerra mundial. Hubo sucesos impactantes de la política global, para solo mencionar algunos: la guerra del vietnam, que llegaba a su fin; el tono subido del conflicto árabe-israelí; el escándalo de Watergate y la renuncia de Nixon a la presidencia de USA; el poder manifiesto de la OPEP, con los precios del petróleo; el auge de grupos terroristas, como las Brigadas Rojas, el Ejercito Rojo Japones, ETA, Septiembre Negro; el debilitamiento de la Unión Soviética, el fin de las dictaduras de Europa de sur (España, Portugal y Grecia). Pero también, hubo sucesos claros, muy positivos para el desarrollo social, como el ascenso de los Países Escandinavos con su modelo socialdemócrata y también la aparición de inventos novedosos como los electrodomésticos, que aumentaron el bienestar de la población: el microprocesador y la computadora, el microondas y la televisión a color; entre otros.  Por otro lado, fue la música popular, la protagonista de uno de los más grandes fenómenos artísticos y sociales de la historia moderna; que había empezado en los años 50 con la aparición del rock and roll, el primer grito de desahogo y de rechazo a la guerra, seguido por la aparición del rock en su esencia británica de las grandes bandas que querían emular el éxito mundial de los Beatles. En Nueva York y en América Latina, se dieron dos movimientos musicales que conmovieron a la juventud de la región. La salsa en la primera y la balada en la segunda. La balada, como dicen muchos conocedores, una afortunada extensión del bolero que inundó la radio latinoamericana desde los años 30; tuvo su mayor fortuna en la década de los 70, a pesar de la gran competencia que, en el mercado juvenil, representaba la salsa, el Rock, la Bossa Nova y la música tropical. Nunca ha existido una época tan prolífica de buena música popular y con múltiples seguidores para todos los géneros.

En esa época dorada de la balada, se presentaron dos opciones plenamente identificadas en el gusto juvenil. Una era, la canción de autor o canción testimonial, representada lujosamente por artistas como Violeta Parra, Joan Manuel Serrat, Alberto Cortez, Piero, Facundo Cabral e importantes grupos folclóricos como Quilapayun, Los Olimareños, Inti Illimany, etc. La otra corriente era la balada tradicional romántica, que al decir del filósofo Jesús Martin Barbero, era la representación de la integración sentimental latinoamericana. La balada, no es más que una canción de amor de ritmo lento. Una disculpa musical para que los adolescentes hombres y mujeres participen en una especie de glorificación del amor, sin contradicciones, sin macula alguna, la invocación de momentos mágicos del romanticismo. Aprovecha, eso sí, una melodía fácil con estribillos pegajosos que giran en la voz sentimental de un cantante que en el corto plazo se convierte en vedette. La balada le propone al público joven una nueva manera de sentir y expresar el sentimiento amoroso, la condición de género y la experiencia del cuerpo, su goce y su placer. (Ver “La balada y su exaltación del amor”. Federico Medina Cano).

La lista de los baladistas es muy larga pero exitosa, en un mercado adolescente que, a pesar del paso del tiempo, se ha mantenido fiel a la mayoría de ellos, que ya están viejos o que simplemente ya no están. Son fieles, porque después de más de 50 años, todavía cantan sus canciones.  Muy representativos son, Rafael, Leo Dan, Palito Ortega, Leonardo Fabio, Camilo Sesto, Julio Iglesias, José José. Y por supuesto, Roberto Sánchez, más conocido como Sandro.

El día de la independencia argentina, el 9 de julio de 1957, un adolescente de 12 años, llamado Roberto Sánchez, se presentó como artista en el acto escolar de celebración patria y con todo el desparpajo del mundo, cantó imitando a su ídolo Elvis Presley; logrando los aplausos y la ovación de un público sencillo y barrial. Ahí, sin saberlo, sin siquiera imaginarlo, se empezó a escribir el destino de Sandro, uno de los más icónicos cantantes del género de la balada romántica.

Si el chico Roberto Sánchez, hubiese sido un buen estudiante, seguramente habría sido abogado, ingeniero o diseñador; pero nunca habría sido un artista destacado de la música: en su primer año de bachillerato, perdió 9 materias de 11 y se quedó por fuera de las aulas. Desempleado y sin recursos, desempeñó los oficios de servicio que le caben a un joven sin educación: repartidor de carnicería, ayudante de taller mecánico, tornero, acompañante de camionero, pulidor de pisos y tapicero, mensajero de droguería y ayudante de su padre repartiendo vino en la ciudad de Buenos Aires. Vino que repartía, en un triciclo, pintado escandalosamente con calaveras y llamaradas de fuego.

Todo empezó en el bar Pancho, ubicado cerca a su casa y donde su inquietud musical, se manifestó tocando una cucharita en el mueble de una mesa y en el vaso de la cerveza. Después, allí mismo, conocería a Enrique Irigoytía, un chico que tocaba la guitarra y al que Roberto acompañaba con la armónica. Se juntaron, pero lo único que tenían organizado, eran las ganas de salir adelante, empezaron a visitar los clubes de barrio, a dar serenatas cantando de todo, fueran boleros, tangos, pasodobles, rock, etc. Roberto imitaba a Jhony Albino, el cantante del Trio Los Panchos.

Y llegaron Los de Fuego, una banda de rock, donde Roberto, aparecía como guitarrista y voz de coro. Todo parecía normal, cuando ellos competían con otras bandas y cuando el rock empezaba a inspirar a los jóvenes argentinos y de América Latina. Pero sucedió un día de 1962, cuando en el curso de una presentación el cantante principal, Héctor Centurión, se quedó afónico y la voz no le salía. Todos se miraban angustiados y señalaron a Roberto. Desde ese dia, nunca soltaría el micrófono para cantar. Reinició el show, imitando a los grandes del rock. Roberto, volvió a interpretar imitando a su ídolo, Elvis Presley: frenético, desinhibido, endiablado. “¡No podíamos bajar del escenario! Repetíamos los temas porque teníamos solo seis o siete”. Allí mismo, empezaría el nuevo rumbo artístico de Roberto Sánchez: eran dos, él y Los de Fuego. (Ver “Sandro de América. Graciela Guiñazú.)

Y llego la transformación definitiva. Roberto Sánchez, se convirtió en Sandro: adquirió este seudónimo, que originalmente era el nombre concebido por su madre, pero que el Registro Civil, de manera insólita no aceptó.  

Hasta el año 1965, Sandro y Los de fuego, tuvieron una presencia significativa en Argentina, interpretando grandes clásicos del rock, haciendo traducciones libres del rock anglosajón. Algunos ejemplos: de Los Beatles (“A Hard Day's Night” como “Anochecer de un día agitado”, “She's A Woman como “Es una mujer”, “I'll Follow The Sun “ como “Perseguiré al sol”, “Love Me Do” como “Ámame”,  Ticket To Ride” como  “Boleto para pasear”); de Elvis Presley (“You´re the Devil in disguise” como “Eres el demonio disfrazado”, “Suspicious Minds” como “Mentes sospechosas”, “Unchained Melody” como “Melodía desencadenada”), de Chuck Berry (“Música de Rock and Roll”), de Ray Charles (“What'd I Say” como “Qué dije”), de The Animals (“The House of the Rising Sun” como “La casa del sol naciente”: hay un cambio de la turbia versión original, por una versión religiosa), de Bob Dylan (““Blowin' in the wind” como “Soplando en el viento”), de Little Richard (“Tutti Frutti”), de Jerry Lee Lewis (“Hay mucha agitación”), de Tom Jones (“Dalila”). El grupo también creó algunas canciones de rock en español, que aunque no tuvieron un impacto relevante en el medio local, si fueron semilla del impresionante movimiento rockero de la argentina de los años 80 (por ejemplo, “Ave de paso”, muy conocida en nuestra cultura latina). El esfuerzo de Sandro y Los de Fuego, era inusitado y no reconocido por la crítica: en algún momento se les consideró despectivamente como cantantuchos de música “grasa” (la música de los barrios bajos, como otrora sucedió también con el tango). O como resaltaría Charlie García, "estaba bien cantar en inglés y era grasa cantar en castellano".

En este tránsito del artista, aprendiendo y haciendo rock, es menester mencionar la figura y la presencia del gran cantante de tangos, Julio Sosa. “El varón del tango”, era uno de los cantantes consagrados en Buenos Aires y el foco central del espectáculo musical. Con Sosa, compartieron escenario, cuando apenas empezaban Los de fuego. Les tocó enfrentar las “barras bravas” de los cafetines de Buenos Aires, aficionadas a los tangos y a las milongas. En uno de esos encuentros musicales, Julio Sosa le pronosticó: “Bien, pibe, vos tenés algo, algo puede pasar con vos”. (Ídem).

Y entonces apareció Oscar Anderle.

Tan revelador en la vida de Sandro como su padre, fue Oscar Anderle, cantante de jazz, autor de letras; pero sobre todo representante de artistas. Fue Anderle, quien lo convenció de darle un giro a su carrera artística, nada difícil cuando entendió que el mismo Sandro, buscaba algo más, que hacer el cover de grandes artistas, sin llegar a superarlos. Sandro, era un musico autodidacta, con un talento natural para actuar, para cantar y para escribir canciones, pero que aún estaban ocultas. De esta manera enfrentaron al primer reto, como era participar en el Festival Buenos Aires de la Canción 1967. Nada fácil por los artistas competidores que eran más conocidos que él en el mundo de la balada romántica: Leo Dan, Palito Ortega, Yaco Monti, Barbara y Dick. Querían participar dignamente, pero con una prudente esperanza de triunfo, y teniendo en contra un limitado entrenamiento con los músicos. Así y todo, ganó el concurso con una canción maravillosa, que le abrió las puertas del mercado internacional: “Quiero llenarme de ti”. De riguroso smoking, Sandro cantó por tercera vez en la noche. El público estalló y entre gritos y ovaciones, le hizo coro a la canción: “Quiero llenarme de ti/quiero poderme encontrar/entre la naturaleza/ y mi vieja tristeza poder olvidar...”. De manera reñida, le gano a Daniel Toro, por seis votos contra cinco. Esa noche Sandro entendió con su triunfo, que el rock ya era cosa del pasado y que emergía impensadamente como un nuevo artista cantando baladas, las mejores baladas de Latinoamérica.

Luego su éxito seria incontrolable, al presentarse como una estrella en los festivales de Viña del Mar, su actuación fulgurante en el Madison Square Garden, de Nueva York: el primer recital en la historia de la televisión mundial que se transmitió vía satélite en vivo y en directo. Dieciséis países de todo el continente tomaron esa transmisión y fue visto por 250 millones de espectadores (solo en el Gran Buenos Aires lo vieron 1.800.000 televidentes). Graba por fonética en inglés, italiano y portugués. Gana el Festival internacional de cantantes galos en Cannes, Francia. Es invitado especial al Festival de San Remo en Italia. Convoca multitudes en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro. Actúa en el Carnegie Hall de Nueva York. Recorre México con sus conciertos. Recorre imparable los principales escenarios de Suramérica. Y cientos de veces, se presenta desde sus inicios hasta su final, en los mejores teatros de Argentina. En 1993, cuando la estrella de los jóvenes era Soda Stereo, rebasa las presentaciones en el teatro Gran Rex; demostrando que hasta el 2004, cuando presentó su show, “la Profecía”, la gente asistía religiosamente a sus presentaciones, con abuelas de 60 (que Sandro llamaba “mis nenas”), que iban con sus hijas y con sus nietas. Después Sandro haría numerosas películas de cine, aprovechando su fama de cantante y galán que enamoraba a las adolescentes:  películas banales, lacrimosas, que trasladaban al celuloide, la trama ingenua de las telenovelas suramericanas, tan de moda en ese tiempo y que escenificaban las baladas de moda del artista. Según Wikipedia, Sandro protagonizo 14 largometrajes y varias telenovelas.

No sobra comentar, que el papel de Oscar Anderle en la vida de Sandro, generó una polémica en los medios faranduleros de la Argentina, bajo la hipótesis de que Anderle, tenía más méritos empresariales que artísticos en la evolución de la música del artista y que no era tan veraz su capacidad de compositor a pesar de que muchas canciones llevaban su firma como coautor. Mas bien y en eso si hay un acuerdo general, los méritos musicales de acompañamiento musical de Sandro, le corresponden a Jorge López Ruiz, musico, compositor y arreglista, especialmente en la época de oro del artista, entre 1967 y 1970. Fue López Ruiz, en efecto, quien ajustó las líneas musicales de las que quizás fueron sus mejores canciones, las mismas que lo llevaron a la gloria y que le dieron ese perfil del Sandro, icono de las adolescentes de América Latina. Ya Sandro, había adquirido los matices artísticos que lo harían famoso: “La ceja levantada, el temblor en los labios, la pelvis audaz, los brazos en cruz, la mirada profunda, las rodillas en el suelo, el sudor en la frente, el saco girando en el aire a punto de ser revoleado al público, la sonrisa seductora y la voz de trueno: los diez mandamientos de un ritual que ofreció desde el mismo instante en que se adueñó del escenario. Como si hubiera sido criado ahí y no en la humilde cuna de hierro de un conventillo de Valentín Alsina”. (Ídem).

En la década de los sesenta y setenta, la moda del consumo del cigarrillo, fue incontenible en la sociedad entera y un vicio, que fácilmente se acomodó a las costumbres juveniles. Hay afiches que muestran a Sandro, anunciando su concierto, con un humeante cigarrillo en sus manos. Ese mismo, que al final de su vida le pasaría factura: mientras pudo, diariamente se fumaba 3 paquetes al día.

Las canciones de la fama, además, tuvieron una sospechosa calificación de la dictadura argentina (1978-1983), cuando proscribieron aquellos artistas con sabor a contracultura como Piero, León Gieco, Yupanqui, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Charlie García. Incluso, cuando el conflicto de las Malvinas copó la atención mundial, el régimen militar prohibió las canciones cantadas en inglés, negando la calidad de Los Beatles, de Queen, Rod Stewart, Eric Clapton, todos de origen británico. Pero lo más insólito sucedió, cuando también prohibieron las canciones de Palito Ortega y de Sandro. Canciones románticas, lejos de la protesta social, pero si cantadas por la juventud en un nuevo espacio de libertad, frente a la censura militar y la rigidez exagerada del culto religioso. Para la Junta militar, Sandro era un demonio que corrompía a los jóvenes, ¿cómo así que las chicas llevadas del arrebato terminaban tirándole al cantante sus prendas íntimas? Se estarían violando las reglas de la moral cristiana, solo porque unos jóvenes adolescentes, iban a los conciertos buscando un escape a una vida, que para ellos, no valía la pena?

Curiosamente, las mejores canciones de Sandro, tomaron un alto vuelo durante el régimen militar, porque pese a la censura repetida y permanente, los jóvenes las escuchaban y las cantaban para reemplazar la agresión e intolerancia del aparato militar. Además de “Quiero llenarme de ti”, otras canciones por más de 50 años, se siguen escuchando con el mismo fervor de 1967. “Las manos”, una canción de Sandro, que no es la más conocida, pero que fue exaltada por el gran compositor mexicano, Armando Manzanero. Dice Sandro, “Una vez nos encontramos con Manzanero y le digo, ‘Ese tema que hiciste Somos novios te lo envidio desde los más profundo de mi corazón’. Y él me contestó, ‘Y yo te odio, porque hiciste Las manos antes que yo’”. Una canción, para todos aquellos que negaron su talento, porque no era posible que un chico de las barriadas, que estudió solamente un año de bachillerato, lo tuviera de sobra. Dicen Las Manos: “Que hermosas son las manos/ del humilde, labrador/ que se sumen, en la tierra/que trabajan, sol a sol… Pero hay manos, que son garras/cegadas por la ambición/que ordenan: ¡a la guerra! / y causan desolación. (Idem).

La canción “Rosa, Rosa”, dicen muchos, que es la más cantada y la más recordada. Nació, casi como una tontería. Rosa, realmente era la empleada del servicio de su arreglista Jorge López Ruiz. Alguna vez, Sandro entró a su casa y con desenfado gritó “Rosa, Rosa, que me preparaste”. Y López Ruiz, lo increpó, “escribí un tema, boludo”. A Sandro le sonó e inspirado también en la canción “Lo que fue ya paso”, de su ídolo Charles Aznavour, compuso “Rosa Rosa”: “Rosa, Rosa tan maravillosa/ como blanca diosa, como flor hermosa/ tu amor me condena a la dulce pena del sufrir/ Rosa, Rosa dame de tu boca/ esa furia loca, que mi amor provoca/ que me causa llanto, por quererte tanto/ solo a ti/ Rosa, Rosa pide lo que quieras/ pero nunca pidas que de amor se muera/ si algo ha de morir, moriré yo por ti...” (Ver “Sandro bajo la lupa y la verdadera identidad de Rosa-Rosa”. Pablo Alonso. El Clarín).

La canción “Trigal”, solo necesitó, que la dictadura franquista la censurara en España, para que todo los jóvenes la cantaran. Prohibida, porque según ellos, el contenido erótico de la canción era muy fuerte y contrariaba los esquemas morales del régimen. En realidad, la canción es una literaria y alegre interpretación de la intimidad femenina: “Trigal, donde mis manos se dilatan/ se comprimen y arrebatan/ el color de tu trigal/ Trigal, ay! Trigal… Trigo maduro hay en tu pelo/ robó quizá la luz al Sol/ yo soy el dueño de tu fruto/ soy el molino de tu amor...”.

La canción “Una muchacha y una guitarra”, una optimista y alegre tonada cantada masivamente, fue dedicada por el autor a la bella Miss Argentina de 1967, Yolanda Scuffi. Juntos le dieron portada al álbum musical, llamado así. Apreciable, es un arreglo musical que se hizo en 2018 (8 años después de fallecido Sandro), donde cantan esta canción, Sandro y Carlos Vives: “Una muchacha y una guitarra/ para poder cantar/ esas son cosas que en esta vida/ nunca me han de faltar… No quiero que me lloren/ cuando me vaya a la eternidad/ quiero que me recuerden/ como a la misma felicidad/ pues yo estaré en el aire/entre las piedras y en el palmar/ estaré entre la arena/ y sobre el viento que agita el mar…”

La canción “porque yo te amo”, fue un éxito grandioso conjuntamente con las canciones “Como lo hice yo”, “Así”, “Penas”, “La vida sigue igual”, baladas sugestivas que seguían las huellas de la música de Charles Aznavour.

Al final de su vida, Sandro cerraba sus actuaciones, especialmente con su público argentino, cantando una canción que posiblemente para él, era la mejor: “Penumbras”. Así lo ratificó, su arreglista López Ruiz, cuando dijo que “Penumbras”, era de lejos la mejor canción que habían hecho juntos. La letra, como la mayoría, le salió de un tirón, mientras pensaba en Yolanda Scuffi, la reina, la muchacha de la guitarra. Esa canción era magia y sigue siendo magia. “Construye una criatura a la que cantarle con los elementos del cosmos: la noche (en el pelo), la luna (en la piel), el mar (en los ojos). Y como buen demiurgo se despedirá de ella ofreciéndole el mundo, esto que ha creado en la canción, como máximo gesto de sacrificio amoroso”. Fueron los versos más intensos y también los más actuados por el artista. (Ver “"Penumbras": la magia y el erotismo del mejor Sandro, con dedicatoria a una Miss Argentina”. Fernando García. Diario La Nación).

Sandro, murió en el año 2010, después de haber pasado mil trances de salud y caer en un enfisema pulmonar, producto de su hábito temerario de fumar miles de cigarrillos. Una enfermedad, que, en ocasiones, ya como cantante maduro, le obligó a cantar con el famoso micrófono “Macgyver”, un cable pegado al inalámbrico y conectado a un tubo de oxígeno, que le daba el aire que ya no tenía. Sandro, terminó su vida artística con todos los honores y los premios otorgados por la industria de la música argentina y, sobre todo, por sus fieles seguidoras que lo veneran tanto como se exalta a Gardel y a Maradona; pero lo mejor es que ha sido honrado en vida como un precursor del rock de su país y como uno de los más grandes fenómenos de la balada romántica de Iberoamérica.  Sandro de América, el mismo poeta Sánchez, como alguna vez le dijo Elsa Texeira, su humilde maestra de sexto grado, de la escuela República de Brasil de Valentín Alsina, en la ciudad de Buenos Aires.

PENUMBRAS

Autor: Sandro

La noche se perdió en tu pelo

la luna se aferró a tu piel

y el mar se sintió celoso

y quiso en tus ojos

estar él también

 

Tu boca, sensual, peligrosa

tus manos, la dulzura son

tu aliento, fatal fuego lento

que quema mis ansias

y mi corazón

 

Ternuras que sin prisa apuras

caricias que brinda el amor

caprichos muy despacio dichos

entre la penumbra

de un suave interior

 

Te quiero y ya nada importa

la vida lo ha dictado así

si quieres, yo te doy el mundo

pero no me pidas que no te ame así

que no te ame así

que no te ame así.