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31 oct 2021

Gracias a la vida

Texto de  Ernesto Pino

Si a Violeta Parra, en una especie de ejercicio surrealista le pudiéramos quitar su voz y su guitarra, nos quedaría al desnudo la inmensa genialidad de una poeta, que escribía su vida a través de décimas y que afrontaba sus enfermedades haciendo esculturas y zurciendo telas de colores.

A violeta Parra no solo le bastó, ser una de las más grandes folkloristas latinoamericanas de siempre, sino que también ocupó su tiempo en tener otros oficios del arte como poeta, pintora, ceramista, escultora, y bordadora de telas (arpilleras). Indudablemente, ella comparte con Pablo Neruda y Gabriela Mistral el olimpo artístico de Chile. 

Había nacido el 4 de octubre de 1.917 en la región de Nuble en Chile; hija de Nicanor Parra y de Rosa Clarisa Sandoval: él, maestro de escuela, músico y violinista; ella, modista, tejedora y cantora campesina. Desde pequeña, se acostumbró a un hogar donde la música era la rutina diaria. Para Violeta, la guitarra era su muñeca de niña, era el reemplazo de los libros en la escuela; la misma que empezó a conocer desde los siete años, a escondidas de su padre, que nunca deseó que sus hijos fueran músicos. Ella lo declara en una de sus décimas: Semana sobre semana/transcurre mi edad primera/mejor ni hablar de la escuela/la odié con todas mis ganas/del libro hasta la campana/ del lápiz al pizarrón/del banco hasta el profesor/ Y empiezo a amar la guitarra/ y donde siento una farra/ allí aprendo una canción. (Ver “Décimas de Violeta Parra”. Violeta Parra)

Con tan solo 15 años de edad y sin esperanzas en su tierra campesina, se traslada a Santiago donde vive su hermano Nicanor, quien trabaja como supervisor escolar. Empieza una vida dura, sacrificada y para ganarse la vida acude a cantar en los boliches (bares o tabernas) de los barrios populares, acompañada de su hermana Hilda. En uno de ellos, conoce a su primer esposo, Luis Cereceda; del cual se separa diez años después, cuando entiende que ella no se puede quedar encerrada en la casa, lavando y cocinando como Luis quería; él se va y Violeta se queda con sus dos hijos, Isabel y Ángel; quienes después serian grandes cantantes folklóricos de Chile. Violeta continúa en su búsqueda de crecer a través de la música y arrecia su trabajo de cantora y empieza a viajar en las giras de los circos, acompañada de sus hijos: Ángel, a los 6 años, subido en una silla cantaba los boleros de Leo Marini.

Estimulada intensamente por Nicanor, Violeta combina su oficio de cantora con la investigación del folklor. Siente que su música se debe apartar de los tradicionales boleros, rancheras y música española; sabe que la música propia se encuentra en los barrios populares y en las regiones campesinas y en las costumbres centenarias de los negros, de los indios, de los mestizos. Un ejemplo de su búsqueda, se llama Doña Rosa Lorca: partera de profesión, invocadora de espíritus y sanadora con técnicas de chaman y además cantora de folclor desconocido. Quería revivir las fuentes de un folklor implícito pero totalmente relegado por la indolencia de los funcionarios públicos de la cultura. Empezó a componer valses, cuecas y corridos. Uno de ellos dice así con una ejemplar picardía: “Tranquilo estaba mi perro/la casa cuidándome/cuando llegó la perrera/al perro llevaronmé/al quedar la casa sola/ladrones entraronsé/se llevaron a mi suegra/gran favor hicieronmé”. (Ver “El libro mayor de Violeta Parra”. Isabel Parra).

Entonces aparece su primer brillo de estrella, cuando en 1954 graba “Casamiento de negros”, que la llevaría a la radio chilena con programa propio, “Así canta violeta”; su gran difusión le permitiría un inmenso reconocimiento popular, aprovechando que la radio era el principal oído de los chilenos. Esta canción, es un salto gigantesco en la creación musical de Violeta, pues realmente acuña un texto literario formidable contando una historia completa en 5 estrofas, arte de difícil realización y poco común en los cantautores:  “Se ha forma’o un casamiento/ todo cubierto de negro/ negros novios y pairinos,/negros cuña’os y suegros/el cura que los casó/era de los mesmos negros/cuando empezaron la fiesta/pusieron un mantel negro/luego llegaron al postre/se sirvieron higos secos/ya se jueron a acostar/debajo de un cielo negro/y allí están las dos cabezas/de la negra con el negro/ y amanecieron con frío/tuvieron que prender juego/carbón trajo la negrita/carbón que también es negro/algo le duele a la negra/vino el médico del pueblo/recetó emplastos de barro/pero del barro más negro/que le dieran a la negra/zumo de maqui del cerro/ya se murió la negrita/qué pena pa’l pobre negro/la puso a’entro de un cajón/cajón pinta’o de negro/no prendieron ni una vela:/¡ay, qué velorio más negro!”.

Ricardo García, el productor del programa de radio “Así canta Violeta”, la recordaría como un fantasma, de vestido negro, simple, elemental, con el pelo suelto, picada de viruelas y una mirada entre agresiva y tierna. Violeta tenía 37 años. Dice el mismo García, que como las grabaciones de radio, casi siempre se hacían en vivo, alguna vez les tocó una audición para representar los velorios en el campo, le solicitaron al sacerdote de la región que les tocara la campana para anunciar un funeral y él les pidió paciencia mientras moría un vecino que estaba grave. A la hora sonó la campana. (Ibíd.).

Investigadora del folclore chileno, hizo un doctorado sin título universitario, sin grabadora, sin ningún medio tecnológico y solo utilizando un simple cuaderno y una persistencia infinita. Llenó un espacio vacío de la música autentica como prueba de la existencia vital del puro pueblo chileno. Violeta revivió el  folclor con una capacidad extraordinaria de re-creación. Le llegaron miles de cartas con palabras de todos los tonos, desde el campesino más humilde hasta el más encumbrado intelectual de Santiago. Esas cartas, también les servirían milagrosamente, en el crudo invierno como leña para calentar la casa y avivar el combustible de la cocina.

Por supuesto, de todo este lance investigativo nacerían cientos de canciones con un claro sabor auténtico del folklor chileno. Mencionemos algunas que muchos latinos nos sabemos y que son memorables en el cancionero popular. Son la esencia de su compromiso social y de una inspiración casi tormentosa en cosas de la vida y del amor.

“La Carta”. Su hermano Roberto se encontraba detenido por participar de una protesta en la población José María Caro. Conmovida, Violeta Parra escribió una denuncia que marcaría un punto de inflexión en su repertorio: Me mandaron una carta/ por el correo temprano/ y en esa carta me dicen/ que cayó preso mi hermano/y sin lástima con grillos/por la calle lo arrastraron, si…. Me viene a decir la carta/que en mi patria no hay justicia/los hambrientos piden pan/plomo les da la milicia, si/.. De esta manera pomposa/quieren conservar su asiento/los de abanicos y de frac/sin tener merecimiento/van y vienen de la iglesia/y olvidan los mandamientos, si”.

Mazúrquica modérnica”. Asimilando la forma musical de la mazurca polaca, Violeta compone una punzante versión de protesta y descontento de la población, ayudándose del uso de las esdrújulas, con palabras terminadas en ico o ica, una conversa muy común en la región central de Chile: “Me han preguntádico varias persónicas/si peligrósicas para las másicas/ son las canciónicas agitadóricas/ay, qué pregúntica más infantílica/sólo un piñúflico la formulárica/pa' mis adéntricos yo comentárica/le he contestádico yo al preguntónico/cuando la guática pide comídica/pone al cristiánico firme y guerrérico/por sus poróticos y sus cebóllicas/no hay regimiéntico que los deténguica/si tienen hámbrica los populáricos.” Y así les canta a los políticos: “Caballeríticos almidonáticos/ almibarádicos mini ni ni ni ni/le echan carbónico al inocéntico/y arrellenádicos en los sillónicos/cuentan los muérticos de los encuéntricos/como frivólicos y bataclánicos”. Ahora léala quitándoles el ico o ica. Nota: piñufla es sinónimo de poco valor, ordinario; y guata es sinónimo de estómago.

“Me gustan los estudiantes”. Surgió de la admiración que le producía a Violeta, la protesta de los estudiantes en una época en que ellos eran en el mundo y especialmente en Latinoamérica, la voz del rechazo a gobiernos antidemocráticos y a las dictaduras. Famosa en la voz de Mercedes Sosa, luego se convertiría en un himno de las marchas estudiantiles: “Que vivan los estudiantes/ jardín de nuestra alegría/son aves que no se asustan/de animal ni policía… Me gustan los estudiantes/ porque son la levadura/del pan que saldrá del horno/con toda su sabrosura… Son químicos y doctores/ cirujanos y dentistas/caramba y zamba la cosa/vivan los especialistas!”. A propósito de lo que significarían estas canciones en la dictadura de Augusto Pinochet, hay una referencia política del régimen, después de la muerte de Violeta. La revancha de la dictadura, se dio el 2 de octubre de 1973 (22 días después del golpe militar): según las disposiciones del Intendente militar de la provincia, la población “Violeta Parra” pasaría a denominarse población brigadier Luis Cruz Martínez, “como manera de hacer justicia a los valores propiamente nacionales y dar termino a las designaciones políticas, tanto extranjeras como del país”. Diario El mercurio, Santiago de Chile. En 1969,  el poblado “Violeta Parra”, lo formó un grupo de aproximadamente 80 familias, y con el visto bueno del alcalde de turno, tomaron unos terrenos pertenecientes a la Municipalidad de Chillán con el fin de alcanzar el sueño de la casa propia. Cruz Martínez, era un militar chileno del siglo XIX.  La revancha de la dictadura se daría dos días antes del cumpleaños de Violeta. Después la historia diría quien había sido el héroe (heroína) y quien el villano.

Volver a los 17”. Esta canción es una fabulosa introspección de Violeta sobre la vida, que exalta la juventud y reivindica el sentimiento del amor: “Volver a los diecisiete después de vivir un siglo/es como descifrar signos sin ser sabio competente/volver a ser de repente tan frágil como un segundo/volver a sentir profundo como un niño frente a Dios/eso es lo que siento yo en este instante fecundo/se va enredando enredando, como en el muro la hiedra/y va brotando, brotando como el musguito en la piedra/como el musguito en la piedra, ay sí, sí, sí.”

“El Rin del Angelito”. Es una tierna canción de homenaje  a los niños que mueren de corta edad y que Violeta sufrió cuando su pequeña Rosita Clara, falleció con apenas dos años, mientras ella estaba de gira por Europa. “Ya se va para los cielos/ese querido angelito/a rogar por sus abuelos/por sus padres y hermanitos/cuando se muera la carne/el alma busca su sitio/ adentro de una amapola/ o dentro de un pajarito”.

También sumamos la suite El Gavilán, para guitarra, comentada elogiosamente por compositores chilenos, y que para muchos podría ser  su máxima realización como compositora.

Para 1961, Violeta Parra es una artista de gran reconocimiento en el ambiente latinoamericano, lo que le abre las puertas en Europa, especialmente en París y en Ginebra. Sus conciertos son recibidos en “La Candelaria” y en “L’Escale” de París y en Ginebra realiza varios programas de televisión. Pero la inquietud artística de Violeta es tan grande que consigue realizar una exposición de su obra plástica en el museo del Louvre. Allí expone tejidos, pinturas, esculturas de alambre con motivos diversos de palomas, pájaros, arboles coloridos, personajes mitológicos y muchos avatares de su vida; ella no lo creía y se interrogaba con mucho desdén” ¿Cómo iba yo a exponer en el Louvre, yo que soy la mujer más fea del planeta, y que venía de un país pequeño, de Chillan, del último confín del mundo? Ella confesaría como se encontró con estas expresiones artísticas, diferentes a la música: “tuve necesidad de hacer tapicería porque estaba enferma, tuve que quedarme en casa ocho meses; entonces  no podía quedarme en cama sin hacer nada y un día vi frente a mí un trozo de tela y empecé a hacer cualquier cosa, pero no pude hacer nada esta primera vez…la segunda vez, quise copiar una flor, pero no pude; cuando termine mi dibujo era una botella y no una flor; después quise poner un tapón a la botella y el tapón me salió como una cabeza, entonces dije: esto es una cabeza, no un tapón, le puse ojos y nariz, boca. La flor no era una botella, la botella no era una botella después, era una señora y esa señora miraba, entonces dije: es una señora que se pasa el día en la iglesia rezando. Entonces se llama La Beata.” (Ibíd.).

En su estancia en París, tuvo la oportunidad de granjearse la amistad de los mejores exponentes de la literatura latinoamericana del momento. En 1964, fue invitada a una noche de poesía en el teatro Plaisance, con Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Nicolás Guillén y César Vallejo; era una ocasión providencial para reunirlos a todos. Esa noche, esa mujer discreta, casi tímida, casi salvaje; opacó la poesía con sus canciones  y se robó las miradas y todos los aplausos. Ya estaba en las ligas mayores del arte latino.

En 1960, sucedió algo que cambiaría la vida de Violeta Parra hasta su final. Un músico y antropólogo suizo de nombre Gilbert Favre, quien adelantaba una investigación sobre las costumbres y el arte latinoamericano, indagó en una oficina de la TV chilena por una cantora llamada Violeta Parra y que era del interés del estudio. Isabel Parra (su hija), le dio la dirección y las señas primarias de cómo encontrarla. Cuenta Isabel, que al llegar a la casa se encontró con una fiesta monumental: era el 4 de octubre, día del cumpleaños de Violeta, allí estaba el extranjero, sorprendido y feliz. Desde ese día Favre se quedó varios años y se convirtió en el gran amor de la artista. (Ibíd.)

Desde ese día, empezó a construirse una canción que más adelante se convertiría en un himno latinoamericano de exaltación a la existencia. Se trataba de “Gracias a la vida”.

En este proceso de creación, existen dos acontecimientos que reflejaron en Chile la trascendencia de Violeta Parra y su familia. Se trata de La Peña de los Parra y La Carpa de la Reina. La Peña, una idea de la familia Parra, se inició en la casa del pintor y cantor Juan Capra, en pleno centro de Santiago. Comenzó como un taller de pintura,  que se fue remodelando hasta contar con instalaciones propicias para el desarrollo tanto de la música como de otras artes. Contaba con un patio, un pequeño escenario y una sala de grabación. Estaba decorada en sus muros inicialmente blancos con firmas y dibujos de los visitantes, en sus techos con redes de pescar, y en sus muebles con velas derretidas sobre botellas de vino tinto. La entrada era muy barata y los artistas cantaban sin micrófonos y no había alcohol. En el intermedio se regalaba una copa de vino y la gente comía anticuchos con pebre (comida tradicional chilena). Su impacto musical fue tan novedoso, que dio lugar después a la creación del sello musical Peña de los Parra. En ese espacio tuvieron presencia permanente los cantantes chilenos, Víctor Jara, Patricio Manns y Rolando Alarcón. Muchos importantes artistas extranjeros se presentaron allí, como Salvatore Adamo, Mercedes Sosa, Piero, Juan Manuel Serrat y Atahualpa Yupanqui. El proyecto se truncó con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, cuando la mayoría de los integrantes de la Peña, buscaron asilo político en otros países. (Ver “Peña de los Parra”. Wikipedia y “Breve reseña historia de la Peña de los Para”. Museovioletaparra.cl)

Por su parte, La Carpa de la Reina, se convirtió en el último hogar artístico de Violeta Parra. Quiso construir un Centro de Arte Popular en Santiago, pero la indiferencia de los gestores oficiales de la cultura no lo permitió. Solo logró que la Comuna de la Reina, le cediera un solar abandonado con muchas dificultades de acceso; que no impidió que Violeta con una actividad frenética y la ayuda de muy pocos, levantara una carpa; piso en tierra, pero acondicionada para la realización de talleres artísticos en tejidos, cerámica, pintura y artesanía chilena. En la noche repetía las actuaciones musicales de la Peña de los Parra.  

Gilbert Favre, el antropólogo y clarinetista suizo, que se robó el corazón de Violeta Parra, era nueve años menor que ella. Mantuvieron una relación intensa, irregular y conflictiva. Él se enamoró de su talento y de su energía, ella se enamoró de su juventud y de su figura de “gringo” (como le dicen en el sur a los europeos y norteamericanos). Violeta agregó a su controvertida personalidad de mujer tierna y exigente artista, una compleja  inseguridad amorosa con su pareja. He aquí una muestra de su comunicación epistolar, como preámbulo a su inesperado destino y a la creación de su mayor obra musical: el dolor que tenga, tengo que tragarlo como si fuera una bestia de la selva. No tengo con quien hablar. Toda mi vida fue muy sola por eso me he metido en tanto camino”…o “total, un clarinete adentro de un cajón y una mentira que vuela como una mariposa que vuela alrededor de la luz...”; o “aquí hay una botella de vino y pan y salami y también hay una mujer muy fea, muy llorona, que no sabe nada de la vida, que no entiende nada, que no sabe de dónde viene tanto golpe duro. Aquí está llorando porque no sabe que pasa ahí afuera…ven a buscar tu clarinete, tráeme tu guitarra, quiero despedirme de ti, se va la familia Parra”. También, cuando desde París le escribe a sus hijos, revela una enorme tristeza: “Un abrazo apretado para cada uno de la novia frustrada, que llora cantando, que borda sus pesares y pinta sus tropezones”. (Ver “Décimas de Violeta Parra”. Violeta Parra).

En 1966, Gilbert Favre, aparentemente cansado de la intensa relación con Violeta y atravesando el desierto de Atacama, huye a Bolivia. En ese país, Favre toca y experimenta con la música andina a través del guitarrista Alfredo Domínguez y el charanguista Ernesto Cavour en el grupo Los Jairas; y promueve como un gran suceso la creación de la Peña Naira, en la ciudad de La Paz. Con tanto por hacer por su propia mano, Favre abandona definitivamente a Violeta y se consolida en Bolivia.

En su desolación Violeta compone la canción “Run Run se fue pa'l norte”, en una clara alusión a su desamor: “Run Run se fue pa'l norte/no sé cuándo vendrá/vendrá para el cumpleaños/de nuestra soledad…Run Run se fue pa'l norte/yo me quedé en el sur/al medio hay un abismo/sin música ni luz/ay, ay, ay, de mí...

Sin embargo, alma enamorada, lo visita y aprovecha su prestigio de estrella y convive  parcialmente con Favre. En su estadía de un mes en La Paz, Violeta compone la canción “Gracias a la vida” y la escribe quizás como una despedida o como una confesión filosófica y generosa de su existencia. Según Leni Ballón, la hija del fundador de la Peña Naira, ella “había escrito la canción Gracias a la vida con su puño y letra en un cartón de zapatos. En esa canción habla del Gilbert Favre, de sus ojos claros. También habla de la casa y del patio, porque saliendo del depósito donde ellos vivían había un patio delante de otro patio. Es que había dos patios en la Galería Naira. Violeta habla de todo eso. Ella compone aquí esa canción al gringo Favre”. (Ver Testimonios de Violeta Parra en La Paz. https://mydokument.com).

Violeta en sus dos viajes que realizó a Bolivia, nunca pudo rescatar a Gilbert Favre y más bien se enteró, que “su gringo bandolero” (así le decían en Bolivia por su afición a las mujeres), joven, apuesto, músico simpático, se había convertido en un seductor atrevido y que se había casado ya con la boliviana Indiana Reque Terán. También se dice que en su último viaje a Bolivia había comprado un revólver para protegerse de la inseguridad en su Carpa de la Reina en Chile. Lo cierto es que en enero de 1967, Violeta le había escrito a Gilbert, aceptando su proposición de instalar juntos una peña musical en Oruro, Bolivia; pero el 7 de febrero, Violeta se suicidó con un tiro en la cabeza. (Ver “El libro mayor de Violeta Parra”. Isabel Parra).

Con 49 años, Violeta Parra, recorrió Chile de punta a punta recuperando y desenterrando el folclore, visitando la gente más humilde que vivía en pueblos y en lugares remotos  y buscando las fuentes auténticas de la herencia indígena y campesina de su país.

Pablo Neruda, el poeta premio nobel y gran amigo de la artista, le hizo un poema como homenaje de admiración llamado “Elegía para cantar”:

 …..

“Cuando naciste fuiste bautizada

como Violeta Parra:

el sacerdote levantó las uvas

sobre tu vida y dijo:

“Parra eres, y en vino te convertirás”.

En vino alegre, en pícara alegría,

en barro popular, en canto llano,

Santa Violeta, tú te convertiste,

 en guitarra con hojas que relucen,

al brillo de la luna,

en ciruela salvaje,

transformada,

en pueblo verdadero,

en paloma del campo, en alcancía”.

 Y su hermano, Nicanor Parra, otro gran poeta Chileno y su protector incondicional; en vida, al no tener ella un reconocimiento oficial ni extraoficial y menos la comprensión y ayuda para descubrir y difundir las expresiones más auténticas de la cultura Chilena; haría en verso, una custodia rotunda de su nombre, llamada “Defensa de Violeta Parra”, y que al final dice: 

“Cántame una canción inolvidable

Una canción que no termine nunca

Una canción no más

una canción

Es lo que pido”.

Eso es Gracias a la vida, una canción que no termina nunca.

PD: Activa el link de la canción arriba y canta con la letra, la versión de Mercedes Sosa a dúo con Joan Baez.

 

Gracias a la vida

Cantautora: Violeta Parra

Gracias a la vida, que me ha dado tanto

me dio dos luceros, que cuando los abro

perfecto distingo, lo negro del blanco

y en el alto cielo su fondo estrellado

y en las multitudes el hombre que yo amo

 

Gracias a la vida, que me ha dado tanto

me ha dado el sonido del abecedario

con él las palabras que pienso y declaro

madre amigo hermano

y luz alumbrando, la ruta del alma del que estoy amando

 

Gracias a la vida, que me ha dado tanto

me ha dado la marcha de mis pies cansados

con ellos anduve ciudades y charcos

playas y desiertos, montañas y llanos

y la casa tuya, tu calle y tu patio

 

Gracias a la vida, que me ha dado tanto

me dio el corazón, que agita su marco

cuando miro el fruto, del cerebro humano

cuando miro el bueno tan lejos del malo

cuando miro el fondo de tus ojos claros

 

Gracias a la vida que me ha dado tanto

me ha dado la risa y me ha dado el llanto

así yo distingo dicha de quebranto

los dos materiales, que forman mi canto

y el canto de ustedes que es el mismo canto

y el canto de todos que es mi propio canto

gracias a la vida, gracias a la vida

gracias a la vida, gracias a la vida.