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30 abr 2021

La Piragua

Crónicas musicales… crónicas sobre canciones populares muy reconocidas en el mundo

Texto de Ernesto Pino

 Al joven y desconocido José Barros, en su lucha por ser músico de tangos, muchas veces le tocó dormir en un hotel de mala muerte en Medellín, en el piso duro y con un saco de aserrín como almohada.

 En los años treinta del siglo XX, ser trotamundos, era una posibilidad muy remota para un ciudadano iletrado, humilde, indocumentado, y sin dinero; sin embargo, un chico costeño llamado José Barros, lo fue, buscando labrarse un camino de músico, sin el menor conocimiento del arte y solo y extrañamente convencido de que podía hacer lo que quisiera como compositor.

 El 23 de julio de 1935, el gran cantante de tangos Carlos Gardel, murió en un accidente de aviación en la ciudad de Medellín y su perdida fue lamentada por el mundo entero, pues el artista se encontraba en la cúspide de su carrera. José Barros estuvo en su ultimo concierto y fue testigo de oficio en el aeródromo Las Playas (hoy, el aeropuerto Olaya Herrera), cuando con sus propios ojos vio las latas negras y retorcidas del avión: Gardel era su ídolo y motivado por ese hecho prometió que algún día conocería el gran Buenos Aires y haría música tanguera.

 Con 24 años apenas, se integró a las penurias de los músicos rebuscadores en cafetines y burdeles de la capital argentina. De ello le quedó la inspiración de varios tangos y pasillos, que realmente le sirvieron como experiencia para seguir viajando por otros países como Ecuador, Méjico, Perú y conocer personalidades de la música: en México le envió una carta al gran compositor Agustín Lara, quien lo atendió en su propia casa y se sorprendió con las letras de José Barros y de su terquedad en el aprendizaje de la música, viajando sin dinero e indocumentado.

 Una de esas letras, apenas rondaba en su cabeza cuando recordaba su cercanía con el Rio Magdalena, los pescadores, los barqueros y la vida simple de los habitantes de El Banco (Departamento de Magdalena) y Chimichagua (Departamento del Cesar). Una letra con una música que haría historia muchos años después.

 Hubo tres momentos en la vida de José Barros que le marcaron el rumbo para llegar a ser uno de los principales compositores de música popular en Colombia. El mejor, como diría Agustín Lara.

 El primero, fue su tío Roberto Palomino, tocador sagaz del tiple, quien lo acercó a la música siendo muy niño y que lo llevó a crear un grupo con sus amigos después de haber conocido los primarios equipos de sonido que llegaban por Barranquilla:  el metía la cabeza en una caja y sus amigos le daban cuerda con una manivela invisible. Dentro de la caja, Barros cantaba las canciones de moda que ya se escuchaban en su pueblo, El Banco, a través de victrolas y ortofónicas que tenían los ricos del pueblo. (Ver “José Barros, el pescador de melodías”. Mariano candela. Semblanzas. Premio Nacional, vida y obra 2002. Mincultura).

 El segundo, fue la indolencia que mostraba como alumno en la escuela, pues lo único que le interesaba era la clase de gramática, donde aprendió los versos del gran poeta mejicano, Amado Nervo (Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, / porque nunca me diste ni esperanza fallida, / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida). A conocer la magia de los versos, fue lo único que le dejó la elemental escuela, pues se retiró en quinto de primaria. (Ver José Barros. Wikipedia).

 El tercero, fue la experiencia que tuvo cuando necesitado de un documento de identificación y sin nada que hacer, ingresó voluntariamente al servicio militar en el Batallón numero 6 de Santa Marta, donde conoció al soldado Jaime Gutiérrez, quien le enseñó a tocar la guitarra: después de dos años de milicia, Barros salió con el grado de sargento segundo y la guitarra de su amigo soldado.

 También le quedó grabado para siempre, las fiestas nativas de la costa atlántica colombiana y especialmente el ritmo alegre y chispeante del chandé, que se cantaba, que se bailaba y que se tocaba con tambor, palmas, flautas, maracas y acordeón; y lo mas importante, era que tenia un aire de cortejo y malicia para divertir a la gente: La hija de Rosalía/una noche de chandé/le quitaron la honradía/bajo un palo ‘e payandé.

 José Barros siempre estuvo convencido de su talento, a pesar de que no tenia ni rastros de la academia musical, no sabia escribir música, pero si sabia interpretar las cosas simples y maravillosas de la vida: buscando suerte, alguna vez llegó al municipio de Segovia, Antioquia, donde se había prendido la fiebre por el oro y donde acudían hombres laboriosos de todo el país; Barros se convirtió en minero con su oficio de ripiero (el que parte las piedras de la mina con un mazo). Esa experiencia la dejó impresa en la canción “El minero” que solo en 1970 fue grabada por el conocido cantante de música tropical, Gabriel Romero: en aquellos socavones/de la mina traicionera/sin embargo va cantando/camino del socavón/y en el aire está flotando/su mas querida ilusión.

 En su rebusque, pasó por Cali en 1938 y fue contratado por la emisora Radio Cristal, para cantar en sus programas musicales, pero su éxito solio lo encontró cuando compuso la canción “dos claveles”, como un recuerdo de su madre, que estaba muy lejos y a la que no veía hacia mucho tiempo. Con ella, interpretó fielmente la costumbre de esa época, cuando los hombres que tenían la madre viva, ponían en su pecho un clavel rojo y si la habían perdido, ponían un clavel blanco. La canción en aire de pasillo, se convirtió en un gran éxito y en un referente nacional de la celebración del Día de la Madre, y que años después seria interpretada por el cantante tumaqueño, Tito Cortez: Ay clavelito rojo/que llevo aquí en mi pecho/va pregonando amores/amores maternales…Ay clavelito blanco/que en los pechos heridos/va llorando amarguras/de un amor ya perdido.

 Pero realmente, el gran salto musical de José Barros como compositor se dio en Bogotá cuando conoció personajes muy destacados que estaban impulsando la cálida música costeña en la fría capital, como Lucho Bermúdez, Luis Carlos Meyer y el maestro Luis Uribe Bueno. Este ultimo, fue quien le enseñó a rayar el pentagrama, sentados en los cafés ubicados alrededor de la plaza de Bolívar. “Le cantaba las melodías y en el cuaderno me daba las indicaciones, hasta que me atreví después a hacer mis propios arreglos”. En esta época empezaron a sonar muchas de sus mejores canciones. Luis Carlos Meyer le grabó “el gallo tuerto” (se murió mi gallo tuerto/que será de mi gallina/a las cuatro de la mañana/le cantaba en la cocina/cocorollo, cantaba el gallo/cocorollo a la gallina). A José Barros le dio mucho empuje su encuentro con el empresario musical Antonio Fuentes, quien acomodó el conjunto melódico llamado “Los trovadores de Barú” para que interpretara sus canciones alegres con ritmo costeño y que se convertían en acetatos para que los colombianos los compraran. (Ver “José Barros, el pescador de melodías”. Mariano candela. Semblanzas. Premio Nacional, vida y obra 2002. Mincultura).

 Fueron apareciendo otras canciones que rápidamente se convirtieron en éxitos. Por ejemplo, el bolero “A la orilla del mar”: Luna ruégale que vuelva/y dile que la espere muy solo y muy triste/en la orilla del mar” y que se hizo muy popular en la voz del cantante Bienvenido Granda con la Sonora Matancera. Esta misma orquesta grabó “El vaquero”, en la voz de Nelson Pinedo: el vaquero va cantando una tonada/y la tarde va muriéndose en el rio/con el recuerdo triste de su amada/lleva su corazón lleno de frio. Y también “Momposina”, inspirada en una chica de Mompox, llamada Edith Teresa Cabrales, que iba de vacaciones al Banco: mi vida esta pendiente de una rosa/porque es hermosa y aunque se que es fina/me la voy a llevar a mi casita/porque es bonita mi rosa momposina. También creo “Las Pilanderas”, y para eso José Barros recordó una danza tradicional del Magdalena que tenia un coro de “pila, pila pilandera”, a lo que le sumó una costumbre navideña: pila, pila, pilandera/que llega la nochebuena/pila, pila, pilandera/que traigan maíz y panela. Y que tal, la cumbia inolvidable “Navidad negra”, que le recordaba la vida de los campesinos y pescadores de su tierra: en toda la ranchería/ se ven bonitos altares/entre millos y tambores/interpretan sus cantares.  Y también la magnifica cumbia “el pescador”: va subiendo la corriente/con chinchorros y atarrayas/la canoa de barenca/para llegar a la playa. Pero también tuvo espacio para crear uno de los pasillos mas cantados en Colombia, “Pesares”, inspirado en la separación de su segunda esposa, llamada Amelia Caraballo: ¿que me dejó tu amor? /que no fueran pesares/acaso tu me diste/tan solo un momento de felicidad. Y sigue una lista inmensa de buenas canciones como “El patuleco”, “la llorona loca”, “el guereguere”, “el chupador”, “Palmira señorial” y todos los boleros que cantó Charles Figueroa, como “Busco tu recuerdo” y “Culpa al destino”.

 José Barros ya tenia los dos elementos que le faltaban a su carrera como compositor: donde hacer las partituras y el poder contratar con las disqueras nacionales. Contaba el mismo José Barros, que el aprendizaje y la ejecución de sus mejores canciones ocurrieron en el “bar de los meaos”, o el “Orines Hilton”: Allí departían los intelectuales y los músicos, que buscaban una rumba, un trago, un contrato o la idea para construir una canción sublime. En ese sitio con un olor mezclado del miasma de los orines y del humo del cigarrillo y del tabaco; nació la letra y la música de la que seria su canción mas reconocida por los colombianos: “la piragua”.

 Su nombre se hizo internacional y exótico, cuando en el año 1982, García Márquez recibía el premio nobel de literatura. En el viaje hacia Estocolmo, los pasajeros colombianos que eran la comitiva del escritor; así como los extranjeros que hacían parte del vuelo, en algún momento irrumpieron felices con un alboroto de voces y palmas: estaban cantando la piragua, como un sentido homenaje a Gabo y a José Barros.

 En realidad, la piragua, era una canoa que mandó a construir un singular empresario cachaco, llamado Guillermo Cubillos, quien tuvo la idea de emprender trasportando gente y mercancía por el Rio Magdalena: “Era una canoa de 12 metros de largo, con una tolda ovalada de siete metros para carga y pasajeros. Fue la sensación y todo el mundo llegaba a las playas de Chimichagua a conocerla, pero entonces no le llamaban canoa sino la piragua, porque unos trabajadores habían escrito con brea, muy toscamente, La Piragua. Salió a sus viajes desde Zapatosa al Banco. En eso duró un tiempo largo, nueve, diez o mas años. Luego vinieron las lanchas con motor, que eran mas rápidas y mas seguras”. Algo que también llamaba mucho la atención, era la figura del “temible Pedro Albundia”, que en realidad era un personaje de ficción: “en el bar de los meaos, alguna vez, en medio del alboroto y el ruido de los clientes, José Barros preguntó “Oye, un nombre que termine en ‘umbia’ o en ‘undia” y alguien respondió que Albundia. (Ver “José Barros, el pescador de melodías”. Mariano candela. Semblanzas. Premio Nacional, vida y obra 2002. Mincultura).

 Pero creo que el mejor homenaje a la canción la hizo el propio García Márquez, como lo cuenta el periodista y escritor Juan Gossain: “Todo estaba tranquilo en el aeropuerto madrileño, hasta que apareció el propio novelista, con un gorro de cosaco, y acompañado por un grupo de amigos colombianos. Se armó un tumulto. Mientras chequeaba su pasaje en la aerolínea, una señora, con marcado acento andaluz, se acercó a él y le pidió que autografiara un ejemplar de 'Cien años de soledad'. Gabito sacó su bolígrafo para complacerla. Fue entonces cuando la mujer le dijo:

–Lo que yo más admiro de usted no es la imaginación. Es el dominio del lenguaje.

El escritor se detuvo. Le sonrió.

–En mi tierra –exclamó por fin– un músico popular, refiriéndose a una antigua canoa que viajaba por el río, escribió este verso: “Ya no cruje el maderamen en el agua”. Maderamen, señora. Maderamen. ¿De qué se sorprende usted?

(Ver: “José Barros, el compositor que Gabo ponía como ejemplo”.  Juan Gossaín 31 de enero 2015. El Tiempo).

 Por supuesto se refería a uno de los mejores versos de La piragua; canción que fue grabada en 1970 por Gabriel Romero y su orquesta los Black Stars y que a partir de allí se convirtió en el tema central de los bailes, los paseos, las tabernas, los festivales y en la nostalgia que acompañaba a los colombianos en el exterior.

 En el año 2015 y en la celebración del centenario del compositor (1915-2007), el Diario El Heraldo de Barranquilla, realizó una encuesta entre el publico, especialmente costeño, para escoger la mejor canción de José Barros. Ganó La piragua con un amplio margen sobre la segunda que fue Momposina.

 Queda también en el debate y en las notas de admiración por José Barros, el hecho inusual y sorprendente que un compositor sea capaz de crear música en varios ritmos con tonalidades muy diferentes y con una habilidad extraordinaria. Así lo hizo José Barros con mas de 700 canciones con ritmo de cumbia, porro, merengue, guaracha, pasillo, ranchera, merecumbé, vals, bolero y tango. 

 PD: Activa el link de la canción arriba y canta con la letra, esta versión interpretada por Gabriel Romero con los Black Stars.


La Piragua

Autor: José barros

Canta: Gabriel Romero

 

La piragua, la piragua

la piragua, la piragua

 

Me contaron los abuelos que hace tiempo

navegaba en el Cesar una piragua

que partía del Banco viejo puerto

a las playas de amor en Chimichagua.

 

Capoteando el vendaval se estremecía

e impasible desafiaba la tormenta

y un ejército de estrellas la seguía

tachonándola de luz y de leyenda

 

Era la piragua de Guillermo Cubillos

era la piragua

era la piragua de Guillermo Cubillos

 

La piragua, la piragua

la piragua, la piragua

 

Era la piragua, era la piragua

 

Doce bogas con la piel color majagua

y con ellos el temible Pedro Albundia

en las noches a los remos le arrancaban

un melódico rugir de hermosa cumbia

 

Doce sombras, ahora viejos ya no reman

ya no cruje el maderamen en el agua

solo quedan los recuerdos en la arena

donde yace dormitando la piragua.