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30 jun 2021

NON, JE NE REGRETTE RIEN ("No, no me arrepiento de nada")

Texto de Ernesto Pino

 En 1960 el joven y desconocido músico Charles Dumont tocó la puerta de la archifamosa cantante francesa Edith Piaff, casi retirada en ese momento. Atendido con displicencia, le propuso oír una canción, solo una. Dumont al piano interpretó con frenesí. La Piaff, desconfiada al comienzo, pero emocionada al final, le agradeció y le dijo que volvería a cantar y que esa canción conquistaría el mundo. Se trataba de “Non, je ne regrette rien”.

 Dicen los mismos artistas franceses, incluidos los mas talentosos de la música, el cine y la literatura, que Edith Piaf es quizás la mas grande cantante francesa de todos los tiempos. Jean Cocteau, el gran poeta francés, alguna vez aseveró: “Edith Piaf es genio. Es inimitable. Nunca hubo antes otra Edith Piaf, nunca volverá a haberla. A ella es a quien contemplan las parejas abrazadas que aun saben amar, sufrir y morir.” (ver Edith Piaf. El baile de la suerte. Autobiografía).

 Sus intensos 47 años de vida, son recordados permanentemente en la escritura y en el cine como la historia legendaria y patética de una artista que logró sobrevivir a una gran tragedia, lo que se prestó a la difusión de cientos de relatos que se ubican entre la realidad y la fabula; pero que muestran la increíble existencia del personaje. Cuando la leyenda es mas impactante que la realidad, se publica la leyenda. Es la muestra indudable de que la sola existencia de Edith Piaf, trasciende su extraordinaria carrera musical.

 Hija de padres totalmente desarraigados. La madre, Anita Maillard, cantante callejera y bohemia. El padre, Louis Gassion, acróbata de circo y contorsionista ambulante. Su nacimiento se convirtió en una de sus leyendas mas controvertidas: se dice que nació casi abandonada en un portal, donde fue auxiliada por dos policías y una enfermera casual, aunque existe una evidencia de nacimiento en un hospital cercano. Incluso la institucionalidad francesa hizo eco de la fantasía y de manera insólita puso una placa de mármol en su vivienda numero 72 de la calle Belleville en Paris, y que tiene un atractivo ineludible para los turistas. Dice así:                              

Sobre los escalones de esta casa

nació el 19 de diciembre de 1915

en la mayor indigencia

EDITH PIAH

cuya voz mas tarde

Iba a conmover al mundo.                                                                                           

 Abandonada por la madre y con su padre ausente prestando servicio militar, la pequeña Edith, al comienzo fue recogida por su abuela materna Aicha, alcohólica consumada. Pero es tanta la indolencia para cuidar a la niña, que su padre alarmado la rescata, y descubre que Aicha, combina los biberones con una dosis de vino, bajo el pretexto de que eso la fortifica y mata los microbios. Pasa a manos de su abuela paterna llamada Louise, quien es cocinera de profesión y atiende los servicios en un burdel, propiedad de un familiar. Allí Edith crece bajo el cuidado maternal de las prostitutas, quienes la arropan y la protegen de la dura vida de la calle. En ese transito, adquiere una queratitis (inflamación de la cornea) y que mal tratada le provoca una ceguera casi total. De la enfermedad se recupera valida por un medico cliente de sus protectoras y después de una peregrinación a Lisieux, donde le piden a Santa Teresa que le devuelva la vista. Estas cortesanas de los barrios alegres de Paris, son pecadoras irredentas e indignas del reino de los cielos, según el sino del cura del lugar, pero son devotas y creyentes acérrimas. En la mayoría de los burdeles hay devoción por los santos y los crucifijos. Siempre hay estampas religiosas y velas encendidas a su alrededor.

 Desde los 7 años y hasta los 15, Edith, empieza una vida de vagabundeo por las calles de Paris, trabajando con el espectáculo ambulante de su padre. Al comienzo, el oficio de la niña es pasar el sombrero para recoger las monedas después de la presentación; hasta que un día, Louis de manera imprudente, le promete al publico que al final la niña realizará un salto mortal, no lo hace por supuesto y los asistentes se quejan. Para compensarlos, Louis ofrece que la niña cantará. Edith, canta la única canción que se sabe: La Marsellesa, el himno nacional de Francia. Es aplaudida por los transeúntes conmovidos y aumenta la recaudación. Desde allí y por mucho tiempo, Edith, no dejará de cantar en las cantinas, en los cuarteles y en las calles mas transitadas de Paris.

 En 1932 y a sus 17 años, tiene una hija con un joven y humilde repartidor llamado Louis Dupont. Como la plata no alcanza, ella sigue cantando en las calles con la niña en sus brazos, en un acto dramático que suscita la compasión humana. La pequeña Marcelle, desatendida por unos padres infantiles e irresponsables, muere de una meningitis fulminante sin haber cumplido los dos años. Dice la leyenda o la realidad, que Edith sin recursos para el funeral de su hija, se ve obligada a prostituirse: “Un tipo que subía la calle de Belleville detrás de mi, me abordó como a una prostituta. Y yo acepté. Subí con él por diez francos. ¡Para enterrar a mi hija!”. Cuando ya era famosa, Edith Piaf, hablando sobre el asunto, dijo que el cliente conmovido con la historia, no la tocó siquiera y le regaló el dinero. ¿Fabula o verdad? (ver Edith Piaf. El baile de la suerte. Autobiografía).

 Pero en este destino indescifrable, aparece su primer ángel guardián.

 Con 20 años y mientras se encontraba en su oficio rutinario de cantante callejera por unas monedas, algún día se mezcló en el corrillo del publico, un señor con ropaje de caballero, la escuchó y al final de la presentación, la saludó y la felicitó por su voz desgarradora e incontenible y la invitó a una prueba musical: se trataba de Louis Leplee, el dueño del cabaret Le Gerny’s y quien la representaría algún tiempo. Fue el mismo Leplee quien a Edith Gaisson, le sobrepuso un nombre artístico que la haría conocer en el mundo entero, al llamarla Edith Piaf (piaf es gorrión en el argot francés). Edith Piaf, el gorrión de Paris. Con Leplee, Edith se convirtió en cantante de cabaret y ya su nombre empezó a ilustrar los periódicos y los afiches. Pero Edith, no tenia canciones propias y las que cantaba eran de otros artistas. La primera que cantó con éxito fue la canción L’etranger (El extranjero), que la escuchó en un ensayo de la conocida cantante francesa Annette Lajon. Edith se la hizo repetir tres veces, hasta que se la aprendió de memoria y por la noche la cantó en Le Gerny’s. Annette Lajon, después afirmaría, que La Piaf, se había robado la partitura y la canción se debió excluir de su repertorio. Edith estaba en alza y ya era reconocida por otros artistas como el conocido Maurice Chevalier y ya estaba programada para cantar en el Baile de la Caridad, en Cannes. Pero no llegaría ese día, porque el infortunio se presentó de nuevo, cuando Leplee fue misteriosamente asesinado en su apartamento. Se quedó sin padre musical y además por sus nexos profundos con el empresario, se le vinculó a la investigación del crimen. Fue una época triste y devastadora en su carrera musical, pues Edith pensaba que la gente asistía a sus ya reducidas presentaciones por el escandalo publico que producía una desaparición trágica. Algún artista alguna vez le comentó con ironía: “-Tu protector ha muerto. Con el talento que tienes, no tardaras en volver a cantar en la calle”. (ver Edith Piaf. El baile de la suerte. Autobiografía)

 Sin embargo, en estas circunstancias tan difíciles apareció su segundo ángel.

 Se trataba del músico y compositor francés Raymond Asso, quien la acogió como representante y la convirtió en una diva del Music Hall, que era el escenario propicio de los grandes cantantes. Edith, además, fue enganchada por el gran dramaturgo y escritor Jean Cocteau, quien hizo teatro para ella. Fue la época en que La Piaf, se conoció mundialmente con la canción “La vie en rose” (La vida en rosa). En un comienzo, la canción con letra de ella y música del compositor Louis Gugliemi, fue cedida como un favor especial, a su amiga, la cantante Marianne Michel. Aunque la letra de la canción es de una simpleza mayor, tuvo un impacto grandioso por su mensaje de amor bolerístico en plena segunda guerra mundial. La vida en rosa, en el año 2007, se convirtió en una película biográfica de Edith Piaf, con la cual fue galardonada con un Oscar, Marie Cotillard, como mejor actriz por su papel protagónico.

 En esa época de guerra, Edith Piaf se convirtió en activista de la resistencia contra el nazismo alemán y asumió el compromiso para cantar a sus compatriotas en los campos de concentración de prisioneros de guerra, los famosos stalags. Con mucho amor les cantaba a los cautivos y con mucha suspicacia, se tomaba fotos con ellos, que luego en Francia eran editadas para recrear documentos falsos perfectamente creíbles y que luego a su regreso, Edith, camuflaba entre sus pertenencias para evitar todos los controles y hacerlos llegar a manos de los prisioneros. Esa acción ayudó significativamente al reconocimiento de las victimas de la guerra, liberados o desaparecidos. (ver Edith Piaf. El baile de la suerte. Autobiografía).

 En esa trayectoria, Edith Piaf, apoyó con sus canciones, el recaudo de fondos para auxiliar a las familias de 50 prisioneros que habían fallecido después de un bombardeo a un campo de concentración y que se encontraban en una miseria total. Se alió con el conocido cineasta y dramaturgo, Sacha Guitry, para organizar un evento musical y facilitar una subasta entre las damas mas ricas de Paris.  A pedido de los organizadores y de manera sorprendente, ellas aportaron sus joyas y pieles que luego fueron subastadas entre ellas mismas.  Edith cantó como nunca y el sombrero se llenó con dos millones de francos de la época.

 Su historia personal llena de desafíos imposibles, su figura pequeña  que desbordaba fragilidad (media 1,47 cts.), pero sobre todo su voz privilegiada, única, dramática, que enmudecía a los asistentes; le impregnó un magnetismo irresistible que hizo de la Piaf, una vedette, buscada por las mas grandes personalidades que vivieron en el periodo de varias décadas del siglo XX, especialmente las del 40 y 50. Charles Chaplin, ermitaño social, asistió a su concierto en un cabaret de Hollywood y luego la invitó a su casa donde tocó para ella el violín. La reina Isabel, cuando era princesa, después de un concierto en Paris, la invitó a su mesa; y el mismo General Eisenhower, meses antes de ser presidente de Estados Unidos, compartió con ella una noche llena de canciones del folclor francés. También se resalta su intima amistad con la gran actriz del momento, Marlene Dietrich (“la mujer de las piernas perfectas”), que dio lugar a la suspicacia callejera.

 Otro capitulo que pertenece a la vida de leyenda de Edith Piaf, está escrito con la lista de sus amantes reconocidos y que en el mejor de los casos tenían el aliento de ser cantantes primerizos que iniciaban sus vidas musicales y que compartieron su generosidad y su cama: Yves Montand, Charles Aznavour, Gilbert Becaud, Georges Moustaki. Los mismos que con ella de guía principal, serian los grandes exponentes de la Chanson Française (La Canción francesa). Incluso, dice la leyenda, que entre esa larga lista, estuvo Marlon Brando. Sin embargo, el gran amor de su vida fue el boxeador Marcel Cerdan, campeón mundial de peso mediano con quien tuvo un tórrido romance de artista emblemática con hombre casado. Pero la dicha fue efímera, porque Marcel pereció en un accidente de aviación entre París-Nueva York, precisamente cuando se iba a reencontrar con ella y a entrenarse para la revancha contra Jake LaMotta, el vigente campeón en ese momento. El insuceso literalmente la noqueó y su figura en cuerpo y alma se hundió en una profunda depresión, que se agudizaba con el uso de las drogas y la afición a la morfina. En ese estado de tristeza profunda, escribió una de sus canciones mas famosas, Hyme À L’Amour (Himno al amor): Si la vida te arranca de mí/ si mueres, si estás lejos de mí/ poco me importa, si me amas/ porque yo moriría también / tendremos para nosotros la eternidad / en el azul de toda la inmensidad/ en el cielo, no más problemas/ mi amor, ¿crees que nos amamos?/ Dios reúne aquellos que se aman..). Esta canción, igualmente dio origen a la película Edith y Marcel.

 Salió del abismo, gracias a su matrimonio con el cantante francés, Jaques Pill, con quien mantuvo una relación corta pero muy productiva musicalmente y que le facilitó un espacio tranquilo para desintoxicar su cuerpo. En adelante, toda la década del 50 seria suya y el mundo se inclinaría a sus pies, después de sus sonados triunfos en el Carnegie Hall de Nueva York. Canciones importantes en su vida musical llenarían el espacio competido de las disqueras y de la farándula mundial: Padam... Padam, Mon manège à moi, Sous le ciel de Paris, Les amants d'un jour, La Foule (La multitud, versión francesa de la canción “Que nadie sepa mi sufrir”, con música del argentino Ángel Cabral y que canta en español el artista Raphael) …

 Pero faltaba una canción: Non, je ne regrette rien ("No, no me arrepiento de nada").

 A finales de los 60, la salud de La Piaf, empezó a decaer vertiginosamente y dio lugar a un retiro silencioso, estaba débil, enferma y con problemas persistentes de adicción a la morfina, pero su desdén por el canto y por la vida fue removido por dos hechos fortuitos:  La aparición de un joven compositor en su casa, quien le pidió que lo escuchara con una canción prometedora y el llamado urgente de Bruno Coquatrix, el músico y propietario del teatro Olimpia, el icono de los teatros de Francia, quien tenia serios problemas económicos.

 Charles Dumont, un novel compositor de canciones, venció la resistencia de la Piaff a las actividades musicales y sentado al piano interpretó una nueva canción que inmediatamente convenció a la estrella para volver a actuar. El músico Dumont acosado económicamente por las necesidades de su hogar, creó la música de la canción con rabia y frustración y le pidió a Michel Vaucaire, un amigo y compositor de canciones que le pusiera letra. La misma fue ajustada por Edith Piaf, quien le agregó el fervor y el hechizo personal para que la canción representara una especie de epilogo de su vida colmada de sufrimientos, de tragedias, pero también del éxito de una artista excepcional. En el estreno del teatro Olimpia, en diciembre de 1960, la misma artista se presentó con su tradicional traje negro, disminuida, frágil, cansada, lenta y ante la incredulidad de los asistentes cantó Non je non regrette rien, con una fuerza volcánica, patética, que hizo parar al publico de sus asientos. Ella confesaría, agradeciéndole a Charles Dumont:  "Para ti Charles, para agradecerte la maravillosa canción que me diste. Me permitiste mantener el amor del público y me diste, la mejor noche de mi carrera". (ver "Non, je ne regrette rien": la canción que sacó a Edith Piaf de su retiro”. Mónica Garrido, 2018). La Piaf revivió con su publico y el teatro Olimpia salvó su crisis financiera. Se resalta también, que dicha canción se convertiría en el himno de la famosa Legión Extranjera Francesa, cuyos soldados la cantan en todos sus desfiles.

 En 1962, La Piaf, cansada y enferma, se casó con uno de sus protegidos, el cantante griego de 26 años, Theo Sarapo, quien cuidó de ella hasta el final.

 Edith Piaf, murió el 11 de octubre de 1963, a sus 47 años y su funeral se convirtió en suceso mundial, mas aun cuando su despedida religiosa la negó el Vaticano por ser divorciada y su bendición final la daría el capellán del teatro y la música, el padre Villaret Thouvenin. Ese mismo día, como una de las casualidades irónicas de la historia del arte, moriría también uno de sus mayores protectores, el escritor Jean Cocteau, quien escribiría para ella un pasaje inmemorial de su existencia: “No quedará de ella mas que su mirada, sus manos pálidas, esa frente de cera que retiene la luz y esa voz que se hincha, que asciende, que poco a poco la sustituye y que, creciendo como su sombra sobre la pared, reemplazará gloriosamente a la chiquilla. El alma de la calle penetra en todas las calles de la ciudad. Ya no es Madame Piaf la que canta: es la lluvia que cae, es el viento que sopla, es el claro de luna que extiende su manto”. (ver Edith Piaf. El baile de la suerte. Autobiografía).

 PD: Activa el link de arriba y canta la versión de Edith Piaf con subtítulos en español.                   

 

NON, JE NE REGRETTE RIEN   

Letra: Michel Vaucaire

Musica: Charles Dumont

Canta: Edith Piaf

 

Non, rien de rien                            

non, je ne regrette rien                 

ni le bien qu'on m'a fait                

¡ni le mal, tout ça m’est bien égal!

non, rien de rien

non, je ne regrette rien                 

c'est payé, balayé, oublié              

je m'en fous du passé!                   

 

Avec mes souvenirs                        

j'ai allumé le feu                             

mes chagrins, mes plaisirs           

je n'ai plus besoin d'eux!               

 

Balayé les amours                         

avec leurs tremolos                       

balayés pour toujours                   

je repars à zéro                              

 

Non, rien de rien                            

non, je ne regrette rien                 

ni le bien qu'on m'a fait                

¡ni le mal, tout ça m’est bien égal!

 

Non, rien de rien                            

non, je ne regrette rien                 

car ma vie, car mes joies              

aujourd'hui, ça commence avec toi!

NO, NO ME ARREPIENTO DE NADA

 

 

 

 

 No, nada de nada,

no me arrepiento de nada,

ni el bien que me han hecho

ni el mal, todo para mi es igual.

no, nada de nada,

no me arrepiento de nada

esta pagado, barrido, olvidado,

ya pasó.

 

Con mis recuerdos,

yo alumbro al fuego

mis recuerdos, mis placeres,

no tengo necesidad de ellos.

 

Barrido mis amores

con sus temblores,

barridos todos los días

yo vuelvo a empezar de cero.

 

No, nada de nada,

no me arrepiento de nada

ni el bien que me han hecho,

ni el mal, todo para mi es igual.

 

No, nada de nada,

no me arrepiento de nada

por mi vida, por mis alegrías,

hoy esto comienza sin ti!