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31 jul 2021

El Rey

Texto de  Ernesto Pino

Siendo mesero, cantante de serenatas y un completo desconocido, fue escuchado por Mariano Rivera Conde en los estudios de grabación de la RCA Víctor, uno de los legendarios directores artísticos de México. No tocaba ni piano ni guitarra. Rivera lo increpó, qué entonces cómo hacía para componer canciones. Él respondió: “yo las chiflo y las canto”. Se trataba de José Alfredo Jiménez.

    Dentro del rico menú del folclor mexicano, es la música uno de sus principales componentes. Ya para comienzos del siglo XX, hubo un hecho histórico que modificó de manera significativa las costumbres tradicionales. Fue la Revolución Mexicana que empezó en 1910 y que, dentro de la maraña de sucesos y conflictos de todo tipo, apareció una tonalidad de noticias, versos y música que les permitía a los insurgentes, saber que estaba pasando en todos los frentes de batalla. Eran los radios y celulares de la época. Eran los famosos corridos. Era el tiempo de Pancho Villa, Emiliano Zapata, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza y la lucha en contra de la dictadura de 35 años de Porfirio Díaz. Para abreviar, un ejemplo es el corrido mundialmente conocido como “Adelita” y que en el fragor de las batallas representaba a todas aquellas mujeres valientes como la médica Adela Velarde que luchaban por la revolución: Popular entre la tropa era Adelita/ la mujer que el sargento idolatraba/ que además de ser valiente era bonita/ que hasta el mismo coronel la respetaba…. Si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar/ si por mar en un buque de guerra/ si por tierra en un tren militar… También la muy conocida canción “La Cucaracha”, un corrido que se le cantó al conspirador y enemigo de Pancho Villa, el General Victoriano Huerta. Decían que vestido con su traje de civil, de frac, el General, alcohólico y marihuano, se parecía a una cucaracha: “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar/ porque no tiene, porque le falta, marihuana pa’ quemar/ Pobrecito de Madero, casi todos le han fallado/ Huerta el ebrio bandolero, es un buey para el arado". (Francisco Madero, fue presidente de México y contradictor de Porfirio Díaz).

     Esta crisis política y social, a su vez, le dio forma a las nuevas expresiones musicales a través de la generalidad que abarcaba la música ranchera. Fue el momento de las canciones interpretadas por grupos musicales llamados mariachis, que de alguna manera adoptaban el pasaje histórico de las luchas rurales, la migración a la ciudad y recreaban con éxito, la vida campesina, los caballos, la familia, los bares, las cantinas y las tragedias amorosas tan evidentes en los corridos. Esta nueva dinámica del arte musical se expandió rápidamente con el empuje portentoso que le dio el cine mexicano. Su época de oro.  Allí aparecieron figuras legendarias de la ranchera mexicana como Pedro Infante, Jorge Negrete, Antonio Aguilar, José Aceves Mejía, Lola Beltrán, Javier Solís y José Alfredo Jiménez. Este último, dicen los críticos, no era mejor cantante que los anteriores, pero indudablemente si fue mejor compositor y uno de los mejores de la canción mejicana.

     Pero su mérito, es más notorio, si reconocemos que José Alfredo no tenía ninguna formación ni herencia genética musical.  Es uno de esos casos extraordinarios en que simplemente aparecen con un don único, infalible, sin saber porqué. Hace recordar, sin compararlo, los inicios inexplicables de los grandes genios de la humanidad: Newton entra con un mediocre examen a Cambridge; Pasteur era apenas pasable en química; Edison, durante los pocos meses que estuvo en el colegio, ocupó el último puesto, y Einstein no logró pasar el examen de admisión de la Universidad de Zúrich. Mientras Jiménez, era simplemente un serenatero de poca monta y casi sin ninguna aspiración en el mundo de la música, donde sus protagonistas principales, arriba mencionados, eran buenos cantantes y además actores famosos.

      El artista nació en Dolores Hidalgo, “Cuna de la Independencia Nacional”, uno de los municipios del Estado de Guanajuato en México. Su padre era químico farmacéutico y el sostén del hogar. A su muerte llegó la crisis económica de la familia y buscando suerte, llegaron a Ciudad de Méjico, donde el pequeño José Alfredo se ocupó en diferentes oficios para ayudar a su madre: vendedor de zapatos puerta a puerta, extra de cine, mesero de restaurante y futbolista. Como futbolista su actuación fue fugaz a pesar de que llegó a jugar como arquero, en un club de primera división llamado Marte, donde compartió la posición con el excepcional Antonio “La tota” Carbajal, uno de los mejores porteros de la historia del futbol Mexicano.

      En algún momento de su vida, José Alfredo tuvo que escoger, entre su humilde oficio de mesero y cantante de serenatas y el fútbol: siendo mesero del restaurante La Sirena, había conformado un grupo musical llamado José Alfredo y los Rebeldes, con el hijo del dueño del negocio y donde él era el cantante. Una vez fueron contratados para una serenata y con el fervor de la fiesta se amanecieron. Al día siguiente José Alfredo acudió a jugar un partido de fútbol, y con la ayuda del “guayabo” y la falta de sueño, le metieron nueve goles, hasta el punto que los aficionados empezaron a llamarlo “cuervo coladera”, haciendo alusión a la goleada y a su uniforme negro de guardameta.

    En 1950, a sus 24 años, fue invitado a realizar una prueba de canto con la intención de grabar un disco en los estudios de la RCA Víctor. Dice la leyenda para la ocasión, que Mariano Rivera Conde, el director artístico, caminaba por un pasillo de las oficinas, cuando escuchó una canción y una voz desconocida. Con asombro y admiración interrumpió al encargado del grupo musical, Andrés Huesca. “Quien es ese”, le preguntó a Huesca y este le respondió con cierta pena: “es un “güero” (chico) que trabaja en La Sirena”.  Rivera tomó el micrófono de la cabina y sentenció: “se graba”. Andrés, aturdido le reclamó, que apenas estaban ensayando. Rivera le ordenó con firmeza: “¡Eso se graba! y además quiero conocer al compositor”. De esa manera se grabó el primer disco de José Alfredo Jiménez, la canción “Yo”, pero interpretada por Miguel Aceves Mejía: Ando Borracho, ando tomado/ Porque el destino cambió mi suerte/ Ya tu cariño nada me importa/ Mi corazón te olvidó pa ´siempre…. Yo, yo que tanto lloré por tus besos/ Yo, yo que siempre te amé sin medida…. Una gitana leyó en mi mano/ Que con el tiempo me adorarías/ Esa gitana ha adivinado/ Pero tu vida ya no es la mía. Muchos años después el artista confesaría que esa canción, la escribió inspirado en una gitana húngara, que le leyó la mano y le advirtió que estaba enamorado y no correspondido, pero que tranquilo que en poco tiempo iba a ser famoso.

  Días más tarde, José Alfredo, el mesero, llegó a la RCA Víctor y fue presentado a Mariano Rivera:

_ A ver José Alfredo, tóqueme al piano sus temas.

_ Don Mariano, yo no se tocar el piano, le contestó José Alfredo.

_ Bueno, no importa, tráiganle al “güero” una guitarra, ordenó Rivera.

_ Tampoco toco la guitarra, replicó el “güero”.

_ ¿Y cómo diablos compone usted sus canciones?

_ Pues así nada mas, las chiflo y las canto.

Rivera Conde, le dijo con voz fuerte: _ ¡Pues chíflelas y cántelas!

_ ¡Está usted contratado como compositor en exclusiva! y Miguel Aceves Mejía va a cantar sus canciones. Ya para esa época este artista era de los más conocidos en México.

 (Ver “Pero sigo siendo el rey”. José Alfredo Jiménez Junior.)

A Miguel Aceves, Rivera le entregó también canciones tan conocidas como “Ella”, “Cuatro caminos” y “El Jinete”.

   “Ella”, una canción emblemática que la gran diva del cine María Félix, se la apropió, diciendo que José Alfredo la había compuesto para ella en el rodaje de la película Juana Gallo y que le había pedido al gran cantante Pedro Vargas, que se la cantara, especialmente el verso que dice “era el último brindis del bohemio por una reina”. Pero la realidad dice, que Jiménez se la compuso a su primera novia, Cristina Fernández, quien lo traicionó con Edgardo, un estudiante de leyes: Me canse de rogarle, me canse de decirle/ Que yo sin ella, de pena muero/ Ya no quiso escucharme, si sus labios se abrieron/ Fue pa' decirme, ya no te quiero…. Yo sentí que mi vida, se perdía en un abismo profundo y negro, como mi suerte/Quise hallar el olvido al estilo Jalisco (coro: No te rajes) / Pero aquellos mariachis y aquel tequila me hicieron llorar….

   “El Jinete”, es otra de las canciones más representativas de José Alfredo Jiménez; al que solo le bastó recordar los caballos de su infancia y las películas en blanco y negro del cine mexicano, cimentadas sobre los actos heroicos del jinete y a veces del final infeliz de su pareja: Por la lejana montaña/ Va cabalgando un jinete/ Vaga solito en el mundo/ Y va deseando la muerte… La quería más que a su vida/Y la perdió para siempre/Por eso lleva una herida/Por eso busca la muerte…Esta canción tiene una bella versión sinfónica de la actriz y cantante mexicana María león en la película también mejicana, “Pura Sangre”.

    Otras canciones de gran factura musical fueron “Si nos dejan”, y “Un mundo raro”. De la primera se dice que José Alfredo la compuso en un duelo musical con el gran compositor mexicano de boleros Álvaro Carrillo (el mismo de “Sabor a mi”, que hicieron famoso, Los Panchos). José Alfredo debería componer un bolero y Carrillo una ranchera. Al final cumplieron ambos y de allí salió “Si nos dejan”. “Un mundo raro”, surgió, después de que José Alfredo conoció El Valle de los fantasmas en Méjico con sus extrañas formaciones rocosas y la neblina, que inspiraba algo así como un mundo raro. Incluso Joan Manuel Serrat, la tiene en la lista de sus 10 favoritas y la interpretó en su álbum Tarres. Y no es justo dejar de mencionar otras canciones, de las más de 300 que compuso, como “Vámonos”, “Las ciudades”, “Deja que salga la luna”, “El caballo blanco”: verdaderos tesoros.

    Pero haré referencia a dos canciones de José Alfredo, que no son muy conocidas pero que muestran una sensibilidad casi literaria por la forma de ponerle música a hechos de la vida cotidiana. Se trata de “El Perro negro” y “Llego borracho el borracho”.

   “El Perro negro” es una historia que narra con sutil retórica, el conflicto de dos hombres, Gilberto “El valiente” y el rico Don Julián; por una joven y bella mujer, “la Lupe”. Don Julián mata a Gilberto y el perro negro de Gilberto mata a Don Julián. Al final, “La Lupe” resignada y triste lleva flores y el perro negro muere al lado de la tumba de su amo. También se cuenta, que en el panteón del artista, un rebuscador que se hace llamar “El caporal”, además de vender fotos, revistas, discos y libros piratas inspirados en José Alfredo; les ofrece cachorros a los turistas con un certificado que asegura que son descendientes del mismo perro negro.

    La otra canción se llama “Llego borracho el borracho”. Es similar a las historias de las películas de la época dorada del cine mexicano, pero real. Dos compadres amigos de toda la vida, querían pagar la cuenta en una cantina. Ya borrachos, ninguno accede a dejar pagar al otro y terminan en un duelo a tiros en la calle. Al final mueren ambos, con dos mujeres viudas y una cuenta por pagar, $52 pesos mexicanos de la época. El impacto fue tan grande en esos años, para una sociedad claramente machista, que la canción fue prohibida por un tiempo.

    El machismo mexicano, se convirtió en un estereotipo social fecundado en la revolución mejicana de la década del diez del siglo XX, reforzado con el cine nacionalista que vendría después, en un escenario donde se pondrían de moda los hombres valientes, rudos, toscos; y uno en especial localizado en el Estado de Jalisco, que además de ser guapo, era enamorado y seductor: el charro.

     Enamorado y bebedor, era el perfil sociológico de los hombres de la época, que eran representados por los actores y cantantes de rancheras, vestidos de charro. La época de Pedro Infante, Jorge Negrete y José Alfredo Jiménez (más joven que los anteriores). José Alfredo sembró la fama de mujeriego y bohemio. La leyenda le atribuye dos chismes populares: uno, que era un excelso reproductor y por ello le decían “Diógenes”, dio genes aquí y dio genes allá. El otro cuento era sobre su debilidad por el tequila, dicen que decía: “nomas le falta un grado para ser agua bendita”. También, fueron famosas sus borracheras con la gran Chavela Vargas, a la cual le decía “solo los perdidos nos encontramos”.

     En este contexto y como resumen de toda su vida apareció la canción “El Rey”, que de manera contundente se convirtió en un éxito mundial y que principalmente en Latinoamérica, es un himno que se canta en las fiestas populares y en las reuniones familiares: “El Rey, es en realidad mi vida, la piedra en el camino, el consejo del arriero. Cuando sientes que los años te van dejando afuera y que al amor bonito le tienes que soltar la rienda, tratas de sacar juventud de tu pasado y te das cuenta de que solo te queda la experiencia, pero esa es la que manda, con dinero y sin dinero, tu palabra es la ley”. Se cuenta que en Pamplona, España, en la feria de San Fermín, la gente para darse valor antes de que suelten los toros, se reúne alrededor de un busto del escritor Ernest Hemingway y cantan “El Rey”. (Ver “Pero sigo siendo el rey”. José Alfredo Jiménez Junior).

     José Alfredo Jiménez, murió en 1973, a los 47 años, una edad muy joven para un artista. Se lo llevó la cirrosis como a su amigo y cantante Jorge Negrete. Su cuerpo fue inhumado en su pueblo, cumpliendo una promesa que había hecho el año anterior, cuando el municipio Dolores Hidalgo, lo condecoró como hijo ilustre, contrariando así, la costumbre de que a las grandes estrellas las entierran en los mausoleos de las grandes ciudades.

      En el año 1973, con otros paisanos y amigos estudiábamos en Bogotá y habitábamos en una casa-castillo, en la Caracas con calle 32. Era una casa antigua con techos cónicos pintados de blanco y granate, destinada generalmente al alquiler de cuartos para estudiantes y empleados. En uno de ellos, conocimos a un militar retirado de nombre Laureano, hombre afable y generoso y para quien su mayor distracción era la música y las canciones de José Alfredo Jiménez. Cuando el artista murió, se encerró en su cuarto y durante varios días, hizo homenaje a José Alfredo con cantidades desbordadas de licor. Al tercer día cesó la música y un silencio rotundo se apoderó de la casa. Nosotros nos mirábamos preocupados sin poder hacer nada, hasta que llegaron unos familiares y lo rescataron. Laureano era un fanático de verdad.

     José Alfredo Jiménez con el tiempo se convirtió en un referente mundial de la música popular y se ganó una expresión del filósofo español, Fernando Savater, quien dijo que era el mejor poeta de Latinoamérica. Igual se recogen las palabras del cantautor español Joaquín Sabina quien expresó la importancia del cantante: "Porque le puso letra a nuestras emociones, porque musicó nuestro fracaso, porque supo vengarnos de los malos amores, por Chavela Vargas, por Lola Beltrán, por Vicente Fernández; porque encarnó el alma de México (lindo y querido) como nadie en este siglo, porque quiso ver, y de qué manera, 'puritito pueblo', porque nos sigue enseñando a querer como tú nos has querido; por Vámonos, por El último trago, por Que te vaya bonito, por el caballo blanco de San Emiliano, porque está más vivo que tantos vivos, porque consuela, porque acompaña, porque redime, por sus clases de llanto, porque no hubo, porque no hay, porque no habrá quien lo calle, porque lo cantó mi padre, porque lo canto yo, porque (ojalá) lo canten mis hijos, y los tuyos y los hijos de mis hijos, por ganarle un paso al olvido, por hermosear nuestro idioma, por el tequila con sangrita, por el mariachi, por el Tenampa, por el desgarro, por su elegancia, por su tristeza, por su alegría, porque canta como nunca, porque gana batallas, como el Cid, después de muerto, por su altísimo ejemplo. Porque sigue siendo el rey."

    PD: Activa el link de arriba y canta la versión de José Alfredo Jiménez. Recomendables las versiones de Plácido Domingo, Vicente Fernández y Miguel Aceves Mejía. También existe una divertida versión de El Rey interpretada por Cantinflas en la película El Barrendero.

EL REY

Autor: José Alfredo Jiménez

Canta: José Alfredo Jiménez.

 

Yo sé bien que estoy afuera

pero el día en que yo me muera

sé que tendrás que llorar

llorar y llorar, llorar y llorar

 

Dirás que no me quisiste

pero vas a estar muy triste

y así te vas a quedar

 

Con dinero y sin dinero

hago siempre lo que quiero

y mi palabra es la ley

 

No tengo trono ni reina

ni nadie que me comprenda

pero sigo siendo el rey

 

Una piedra del camino

me enseñó que mi destino

era rodar y rodar

rodar y rodar, rodar y rodar

 

Después me dijo un arriero

que no hay que llegar primero

pero hay que saber llegar

 

Con dinero y sin dinero

hago siempre lo que quiero

y mi palabra es la ley

 

No tengo trono ni reina

ni nadie que me comprenda

pero sigo siendo el rey.