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2 nov 2019

Sur

Crónicas musicales… crónicas sobre canciones populares muy reconocidas en el mundo.

Por: Ernesto Pino

Dedico esta crónica a la memoria de los familiares y amigos íntimos que se fueron mucho más allá del sur y nos dejaron miles de recuerdos clavados en el alma.

Mil veces emocionado por la gran acogida del tango Sur, Aníbal Troilo “Pichuco” (Director de orquesta y autor de la música), abrazó  a Homero y le susurró “ya es hora de tu libro de poemas” a lo cual Manzi le respondió: “prefiero que la gente me cante y me silbe a que me lea”.

Normalmente cuando una canción tiene éxito, no es el autor de la letra, es el cantante quien se lleva todos los aplausos y el reconocimiento permanente. Con este tango sucedió lo contrario: los argentinos mayores le reconocen a Manzi, esta letanía sobre el recuerdo del antiguo Buenos Aires porque es una nostalgia clásica de aquellas cosas que se van quedando en la neblina del tiempo y que implacablemente guarda la memoria para las nuevas generaciones. El tango Sur es Manzi en la historia musical de Argentina.

Es tal la trascendencia de la canción, que el gran escritor Ernesto Sábato le confesó al pianista Héctor Stamponi (autor del tango "El último café") que hubiese dado varias páginas de sus libros a cambio de haber escrito un tango como Sur.

Uno de los pocos autores de letras de tango, que tuvo una vida singular como poeta, político, periodista, guionista y director de cine argentino, fue el gran Homero Manzi. Hasta su final sin cumplir los 44 años, conmovió el gran escenario tanguistico de su época. Suyas son, entre otras, las canciones “Ninguna”, “Fuimos”, “Milonga Sentimental”, “Malena”, “El ultimo organito”. El popular “barbeta” (seudonimo), cuyo nombre completo es Homero Nicolás Manzione, se despidió a lo grande con la letra de Sur a la cual musicalizó Aníbal Troilo. Este tango conmovedor como todas las despedidas es una perfecta evocación de los pasos del autor por el gran Buenos Aires.
  
Dice Don José Gobelo de Sur: “Es una elegía; es decir, una composición en la que se lamenta un acontecimiento desgraciado. En este caso, el acontecimiento desgraciado es el paso del tiempo, que a unos nos pinta de canas y a otros les lleva el pelo. El tiempo pasa, las cosas cambian y, como la memoria tiene finos tamices que sólo dejan pasar las cosas gratas, uno recuerda lo bueno del tiempo viejo, sólo lo bueno, y llora porque el pasado pasó. Pero, si el pasado no hubiera pasado, si sólo fuera presente, lo mismo lloraría uno por otro pasado anterior”.

Cuenta Francisco García Jiménez (compositor e historiador del tango) que la desaparición de Manzi “no fue una muerte sin remedio, porque él se ha salvado del olvido...”. Antes por el contrario tanto Manzi como este himno de la nostalgia que se llama Sur siempre despertará el instinto y la veneración profunda de los nuevos artistas, como en una ocasión le paso al cantautor español Joan Manuel Serrat: fue comenzando la década del 70 cuando un jovencísimo Joan Manuel Serrat empezó a pensar en la Argentina como su segunda casa. El bautismo se lo dio nada menos que Aníbal Troilo quien desde el escenario de Caño 14 lo invitó a compartir un tango. Juntos cantaron Sur.

Años más tarde, el propio Serrat lo contaría así: "Son esas cosas que uno se lleva puestas al otro mundo. Sueños del pibe realizados. Yo estaba allí, en Caño 14, con un grupo de amigos, cuando Troilo me invitó a cantar con él. Habíamos llegado muy tarde, éramos pocos en el local y estoy seguro de que todos querían subir”. Pero Pichuco eligió al vocalista. Me dijo: "Subí, gaita".

Así fue como el tango entró en el sentimiento de Serrat y ya nunca más se marchó.

Una historia más donde el tango Sur tiene su protagonismo, aparentemente sucedió con este hecho surrealista: cuenta Máximo Gris en su página (www.Maximogris.net) hablando de un ejemplo de lo que significa el valor de la solidaridad, que a la muerte de Homero Manzi, todos extrañaron la ausencia manifiesta de Aníbal Troilo Pichuco en el velorio del poeta. Sin embargo, al amanecer y cuando la sala de velación estaba casi sola de gente, se apareció Pichuco con la partitura de Responso, todavía fresca la tinta y abriendo la urna la depositó en las manos inertes del amigo. Unos años más tarde, Pichuco muere y su despedida final se realiza con los acordes de Sur. A propósito de Responso, se dice que esta bella pieza instrumental, de las más queridas del autor, a Pichuco no le gustaba tocarla porque sufría al hacerlo (en YouTube, es posible escuchar una excelente interpretación del grupo Quatrotango).

En nuestro suelo, la figura de Homero Manzi junto con Gardel se ha convertido en una expresión real de la devoción de los antioqueños por el tango, hasta el punto que en Medellín se fundó la Casa Cultural del tango Homero Manzi, “dedicada a recrear la cultura tanguera con cuadros de los protagonistas de la historia del movimiento musical, poemas de Homero Manzi escritos en las paredes, música de la más alta exquisitez y una rocola vibrante de melodías”.

A los que nacimos en los pueblos, o en la provincia, podemos sentir escuchando la canción, una cálida nostalgia de tiempos y lugares parecidos a los que narra el autor: las calles del barrio y sus escondrijos y atajos, la chica que admiramos parados en la esquina con cabellera rubia y ojos de colombina esperando una mirada de novia y hoy es una señora gorda, madre de 3 rufianes que fuman a escondidas en el cine y tiran las colillas; los juegos infantiles de calle abierta que nos hacía correr para liberar un compañero y gritarles “libertad” y las niñas jugando a la golosa  con brinquitos libres pero inocentes; las inundaciones de las quebradas convertidas en ríos; los muertos de la primera e infame violencia de los años 50, que cuando no cabían en los jeeps Willys los transportaban en helicópteros; los maestros de escuela tan rígidos pero tan honestos; los largos caminos sin pavimentar que nos llevaban al colegio y al centro de la ciudad; los sábados de rumba repartidos en la gaseosa noviera y los aguardientes profanos con ciertas damas; la aburridora práctica de la misa dominical y el poder oculto de los curas escudados  en el temor (no en el amor), que produce la idea de Dios y sus instrumentos bíblicos; los partidos de fútbol en canchas de barro que nos descubrieron la pasión de jugar sin árbitros y la dignidad de una derrota con sangre y sonrisas; los desobedientes y rebeldes perros callejeros que se “pegaban” a sus parejas en obscenos juegos de amor; la amistad de vecinos que en navidad se intercambiaban los buñuelos y la natilla; los bailes de carnaval en casetas de esterilla y uno afuera esperando ser mayorcito y poder entrar; la bronca social a los “aguacates”, que cuando llegaban al lugar  del delito, la gente murmuraba “al fin llego la policía”; …..en fin, el gran baúl de recuerdos en la memoria, hasta hoy que regresamos a buscar el baúl y no lo encontramos porque ya no hay callecitas cómplices y los amigos se fueron muriendo y ya las señoras del barrio no usan misal, ni escapulario, ni la mantilla para protegerse del sereno, ya no hay cancha de fútbol y en su lugar encontramos una mole de cemento con viviendas de interés social, ya no hay aroma de la cocina inmortal de mamá y muchas cosas se fueron al carajo y el sur ya no es el sur. Casi igual a lo que cantó Aznavour en “La bohemia”: …Soñando como ayer/rondé por mi taller/mas ya lo han derrumbado/y han puesto en su lugar/abajo un café-bar/ y arriba una pensión…

Menos mal que encima de este escudo de nostalgia honrosa todavía queda el presente lleno de luz y de cometas y aparece de nuevo el cofre mágico lleno de recuerdos, que nos hacen feliz el momentico cuando lo abrimos y sale un héroe o una heroína que compartió con nosotros el tiempo y una sonrisa maravillosa por el triunfo o un abrazo de condolencia tristona por lo que se perdió. Pero siempre ahí estará la esperanza de que algún día el mundo sea mejor.

Y ahí estará siempre esta versión maravillosa que canta Edmundo Rivero, y para los más jóvenes les recomiendo escuchar la versión de Andrés Calamaro, con su toque argentino y un aire de nueva canción. 


SUR
Letra de Homero Manzi (1 de noviembre de 1907- 3 de mayo de 1951)
Música de Aníbal Troilo
Compuesto en 1948.

San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo,
Pompeya y más allá, la inundación,
tu melena de novia en el recuerdo,
y tu nombre flotando en el adiós...
La esquina del herrero barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.

Sur... paredón y después...
Sur... una luz de almacén...
Ya nunca me veras como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote,
ya nunca alumbrare con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya.
Las calles y las lunas suburbanas
y mi amor en tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé.

San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y al llegar al terraplén,
tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robe.
Nostalgia de los años que han pasado,
arena que la vida se llevó,
pesadumbre del barrio que ha cambiado
y amargura del sueño que murió.

Sur... paredón y después...
Sur... una luz de almacén...
Ya nunca me veras como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote,
ya nunca alumbrare con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya.
Las calles y las lunas suburbanas
y mi amor en tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé.