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1 may 2020

Colombia tierra querida


Crónicas musicales… crónicas sobre canciones populares muy reconocidas en el mundo
Un texto de  Ernesto Pino
Dedico esta crónica a los médicos, especialmente a los colombianos que en su abnegado compromiso de luchar contra una pandemia como el coronavirus, los tratan como héroes, que lo son; para ocultar todas las inequidades que sufren de un sistema de salud mezquino que los trata como villanos.

Si escogiéramos solo dos grandes de la historia reciente de Colombia, seguramente uno de ellos sería el premio nobel García Márquez y el otro con toda justicia seria  el maestro Lucho Bermúdez, que los chicos de hoy no conocen pero que todos cantan cuando la Selección Colombia hace un gol.

Desde pequeño, siempre en el ruedo feliz de mi familia, escuchaba una música de fiesta que hacia bailar a los mayores, incluso en momentos que no eran de parranda. Esa huella musical se quedó en mi espíritu hasta que ya mayor entendí que esos acordes solamente y para siempre los tocaba un señor de gafas y cargaderas con un perfil de profesor de bachillerato  de los años cincuenta, llamado Lucho Bermúdez. Ya con la televisión a color y la saga controvertida y emotiva de la selección colombiana de futbol, entendí que una canción de Lucho  se había convertido en algo así como el segundo himno nacional de Colombia: antes de los partidos, durante los partidos y después de los partidos, no solo los narradores sino una inmensa cantidad de aficionados cantábamos Colombia tierra querida, al tiempo que gritábamos un gol a favor o silenciábamos cuando nos anotaban uno en contra. Para mí, el paroxismo llegó en el año 1.990 en el mundial de futbol de Italia, cuando después de 28 años de no asistir a ese evento, el equipo colombiano con un uniforme del tercer mundo le empató a la indomable Alemania con un gol agónico de Freddy Rincón: estábamos como 15 personas en un salón de una biblioteca, todos cantamos el gol y la emoción trepó tanto que nuestros ojos lloraron y enrojecieron. Quedamos como búhos frente al televisor y alguien con vehemencia pidió que repitieran el gol; entonces mi amigo Mauricio Correa, le increpó con firmeza “que no lo repitan porque de pronto lo bota”. Después llegó la fiesta con una música de fondo: Colombia tierra querida de Lucho Bermúdez. Esto se repitió después con la inolvidable goleada del 5 a cero de Colombia a Argentina en la caldera del estadio Monumental de Buenos Aires en 1.993 con la presencia incrédula de Maradona en la gradería; y después con los goles de James en el mundial de Brasil 2014. Y muchos más hasta la fecha.

Lucho Bermúdez, realmente estaba predestinado para ser artista, rodeado desde la cuna por músicos de la familia: ya a los seis años tocaba el flautín con la banda de músicos de su pueblo Carmen de Bolívar, dirigido por su tío José María Montes. A los nueve años, otro tío, Jorge Rafael Acosta, en Aracataca le enseña a tocar otros instrumentos de viento como el saxofón, el trombón, la trompeta y la flauta. A los 14 años y después de una brillante presentación al Presidente de entonces Miguel Abadía Méndez, es integrado a la banda militar del Batallón Córdoba; donde providencialmente conoce al maestro Juan Noguera quien le enseña los secretos del clarinete. Después tiene la fortuna de conocer al profesor de música Guillermo Rico, quien había estudiado música en Europa y le descubre el apasionante mundo del jazz y la influencia de los grandes maestros como George Gershwin, Benny Goodman y Duke Ellington. Y como si fuera poco, a los 19 años se integra a la banda de la Base Naval donde  el director es el maestro alemán Guillermo Dittmer, quien lo estimula a estudiar armonía, con el conocimiento minucioso de los clásicos rusos Korsakov, Mussorgski, Tchaikovski y Stravinski entre otros. Este providencial destino musical de Lucho lo resume el periodista Heriberto Fiorillo cuando habla de la obra del artista: “no es música vieja sino clásica, como la de Strauss o la de Liszt. Música creada, no para perecer, sino para permanecer. Música que nos pertenece y nos define” (“Lucho inmortal” El Tiempo, enero 12 de 2012).

Lucho Bermúdez con solo 23 años, valido de su talento y el arrojo de su juventud se enfrenta con total irreverencia al formato musical del momento: impone su arsenal de música costeña como porros, cumbias, gaitas, fandangos, mapalés, paseos y merengues, al protocolo de los grandes salones de los clubes sociales, representada en la música extranjera como el jazz, el fox-trot, el béguine, el charlestón y la música de moda del interior como pasillos, bambucos y torbellinos. Comentarios como estos definían el perfil social de la música que se escuchaba en los años 40 en Colombia: ‘‘la europeizada sociedad capitalina consideraba que la música de la costa era una música de negros y salvajes que incitaba al desorden y al desenfreno alcohólico y sexual’’; o que ‘‘en Colombia la élite se considera londinense; los intelectuales, franceses; la clase media, estadounidense; y el pueblo, mexicano’’. (Lucho Bermúdez, 100 años de alegría27 Sep. 2012, El Espectador, Antonio Blanquicett).

La aparición de Lucho en el escenario musical colombiano, realmente tuvo un valor inapreciable, al enfrentar la discriminación de las elites y el tener que trabajar en un medio casi sombrío, alterado profundamente por la violencia liberal-conservadora de finales de la década del 40 y la década del 50, exacerbada con la muerte del líder  liberal Jorge Eliecer Gaitán, con quien Lucho compartió en sus presentaciones del famoso Hotel Granada, devastado en los trágicos hechos del Bogotazo.  Esta segregación no solo era propia de la capital del país, sino que incluso en Barranquilla, la propia tierra de Bermúdez,  también la señalaba con el dedo. Dice el periodista barranquillero, Stevenson Samper: “una vez en Barranquilla, una compañía de teatro cubano-española puso en escena un baile de cumbia en una de sus presentaciones. El asunto causó un escándalo y la prensa de la época condenó lo ‘‘chabacano y sensual del espectáculo negroide’’, que se había puesto en escena ‘‘según los comentaristas, sin ningún pudor ni vergüenza’’ (Citado en Lucho Bermúdez, 100 años de alegría27 Septiembre 2012, El Espectador, Antonio Blanquicett).

Desde muy temprano en su vida, Lucho se dio a la noble tarea de identificar  y cantarle a los territorios queridos a través de su música. Primero creó lo que sería su primer éxito, “prende la vela”, como un homenaje a las mujeres de su tierra cuando en una correría en María La Baja, conoció cómo la comunidad negra, festejaba con la cumbiamba y se inspiró  viendo a una negra llamada María Isabel bailando con los pies descalzos sobre la arena (Negrito ven prende la vela/ Negrito ven prende la vela/ Que va a empezar la cumbia en Marbella...). La letra de esta cumbia la compuso Ramón de Zubiria quien posteriormente fuera rector de la Universidad de los Andes.

Después compuso “Joselito Carnaval” por siempre himno de los carnavales de Barranquilla y “Kalamarí” canción símbolo de Cartagena, que era el nombre que los indígenas le tenían a la población donde fue fundada Cartagena.

En 1.944 le cantó generosamente a su tierra al componer Carmen de Bolívar: “una canción demasiado hermosa para un pueblo como éste”, como dijo alguna vez uno de sus vecinos, indagado por el paradero de Bermúdez (Un siglo de bailes. Adriana Carrillo. El espectador, 24 Ene 2012 - 10:52 PM). Se reconoce también que esta canción es una de las más conocidas del autor: “Carmen querido, tierra de amores/ Hay luz y ensueños bajo tu cielo/ Y primavera siempre en tu suelo/ Bajo tus soles llenos de ardores/..”

A la ciudad de Cali, también le entregó su homenaje, cuando compuso “San Fernando”, el legendario club de sus fiestas decembrinas, donde Lucho era un invitado permanente: Es el club más popular/ De esta tierra soberana/Es del Valle la Sultana/ Donde se puede gozar…

Pero lo mejor estaba por llegar.

En 1970, a sus cincuenta y ocho años y estando ya en la cúspide de su carrera artística y  en la plenitud de su sabiduría musical, compone la canción con la que Colombia toda se identifica: Colombia tierra querida.

Este himno sencillo, iluminado, lleno de lirismo popular quizás este confrontando la identidad de un país como Colombia que no gratuitamente ha vivido en medio de la zozobra, el desarraigo y la desesperanza que han sembrado los conflictos armados tanto en el siglo 19, en el siglo 20 y aún ahora en el siglo 21. Una sociedad pasiva de su futuro, indolente con sus males, permeable a la subcultura del narcotráfico, a los sinuosos comportamientos de su clase política y a la arrogancia de su clase dirigente que nunca olvidó su ADN feudal de comportamiento social. Colombia es una sociedad llena de próceres de bronce, de vendedores de milagros, de demagogos, de discursos falaces, de reconocimientos inauditos y de caines; mientras el manto tenebroso de la corrupción nos cubre a todos.

Pero Colombia más que nada, es primavera, alegría, ritmo tropical de una palmera, cielo azul turquí, mesetas, llanuras y montañas; trino de aves, atardeceres anaranjados, sol 365 días, feliz cumpleaños con velitas; sancocho valluno, ajiaco santafereño, empanadas con ají, bandeja paisa, lechona tolimense; paseos al rio, orquídeas en los zanjones, las acacias y los guaduales, cafetales y yarumos;  amores de colegio, “la bendición ma’”, “que Dios me lo proteja, mijo”, “váyase por la sombrita”; guaro y natilla en diciembre, faltan cinco pa’ las doce, baile con guepaje, guitarras, tiples y bandolas, la pollera colora, el Grupo Niche; Pedro Pascasio Martínez (1), García Márquez, Nairo Quintana, Falcao García; beso de la mamá con señal de la cruz, vaso de agua para el viajero, abrazo y lagrima para el amigo que se va; en fin, aquellas pequeñas cosas comunes…”uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia” y todas las maravillas de Serrat que también es colombiano por adopción. Pero a pesar de todo, Colombia siempre será, un corazón lleno de cumbia, único e imposible de replicar en los más sofisticados laboratorios del mundo.

Y siempre la esperanza existirá para reconstruir un colombiano singular, alegre, noble, fiestero, cariñoso, familiar, innovador, inteligente, solidario y con la capacidad de resistencia de un muro de concreto.

Por esa razón, este himno de Lucho Bermúdez, debería ser, el deber ser de las nuevas generaciones, porque a nosotros todavía nos queda grande. Aún no superamos aquella declaración del escritor argentino, Jorge Luis Borges, cuando en su famoso cuento Ulrica, sentenció que ser colombiano “es un acto de fe”. Esta bella región que habitamos, creada como un soplo divino, debe pasar de la fe a la acción fervorosa y creativa de un nuevo contrato social, para que nuestra descendencia muy pronto, cante los goles de Colombia con la convicción de haber recuperado por lo menos, la transparencia de este país.

(1): Pedro Pascasio Martínez, humilde niño héroe que capturó al desalmado General Barreiro en la batalla de Boyacá, tan crucial en la epopeya libertadora.

PD: Activa el link de la canción arriba y canta con la letra (versión original de Lucho Bermúdez con Matilde Díaz). Aunque existen versiones modernas de esta canción, nadie la interpreta como Lucho Bermúdez: es y seguirá siendo un misterio su estilo y armonía.
 
Colombia Tierra Querida

Lucho Bermúdez (1.912-1.994)
Canta: Matilde Díaz.

Colombia tierra querida himno de fe y armonía
cantemos, cantemos todos grito de paz y alegría
vivemos siempre vivemos a nuestra patria querida
tu suelo es una oración y es un canto de la vida
tu suelo es una oración y es un canto de la vida
Cantando, cantando yo viviré
Colombia tierra querida
Cantando, cantando yo viviré
Colombia tierra querida.

Colombia te hiciste grande con el furor de tu gloria
la América toda canta la floración de tu historia
vivemos, siempre vivemos a nuestra patria querida
tu suelo es una oración y es un canto de la vida
tu suelo es una oración y es un canto de la vida
Cantando, cantando yo viviré
Colombia tierra querida
Cantando, cantando yo viviré
Colombia tierra querida.